Una galleta puede sacar una sonrisa a los más pequeños y hasta a los más adultos del hogar. Este famoso y antiguo dulce que, en su mayoría tiene forma circular, acompaña a generaciones enteras. Su aroma, esencia y sabor son sinónimos de los recuerdos que hubo en la niñez.
Hay cientos de hogares y muchos locales en la ciudad de Quito donde las galletas se hacen desde y para el corazón. Usan ingredientes de alta calidad para convertir sabores en recuerdos especiales. No solamente es un gusto, sino una tradición que se hereda en ciertos hogares y que ahora se ha convertido también en negocios, en emprendimientos que, en muchos casos, comenzaron con la pandemia. Muchos no han podido sostenerse en el tiempo, otros se mantienen para despertar los sentidos.
Cake O’Clock
Crujientes por fuera, suaves y tiernas por dentro. Así describen Maggy Rodas y Paulina Bravo a las tantas galletas que preparan al día. Cake O’Clock es un emprendimiento que unió a una madre y a una hija. Ambas sienten amor por la repostería, pero muy especialmente por las galletas.
Arrancaron con galletas de distintas formas listas para decorar. Su idea siempre fue que los más pequeños de la casa participen en el proceso de darle un poco de vida a este delicioso manjar, con la ayuda de una variedad de colores de glaseado.
Eso solo fue el principio. Cada vez los pedidos se incrementaban y, con ello, las ganas de ofrecer nuevos bocados. De esa motivación, llegaron a Cake O’Clock galletas como: las Churro Cookies, unas galletas con sabor a churro rellenas de manjar, espolvoreadas con un poco de azúcar y canela; las famosas Crinckles Cookies, que se llaman así por el craquelado que las caracteriza en la parte de arriba de la galleta, además de su Red Velvet Cookie, con masa de color rojo y chispas de chocolate blanco.
“Poder dar con la galleta perfecta ha sido un trabajo de prueba y error”, indicó Paulina Bravo, licenciada en Administración de Empresas y amante de la repostería. Ha sido gracias a ese rigor, que ahora cuentan con su clientela fija que al menos les compran galletas una vez a la semana.
Sus productos son el reflejo del tiempo que disfrutan de su compañía como madre e hija. Las galletas las unieron más, no solo a ellas sino a toda la familia, que en ocasiones se suman para ayudar, dar una mano más a la agitada labor.
DOU
A Carolina Durán, una de las cabezas de DOU, cuando se le pide que defina en una sola palabra su negocio de galletas… sin pensarlo mucho y con una enorme sonrisa en el rostro, dice: “hogar”.
Esta galletería confortable y acogedora se formó en un casa con muchas visiones en común. Carolina y su esposo, Ricardo Gavilanes, son chefs de profesión y ambos son amantes de las galletas desde que son niños.
En medio de la pandemia, decidieron adentrarse en un mundo desconocido para ellos: hacer una masa de galleta 100% comestible sin que haya pasado por el horno. Ahora es una de sus especialidades.
Para lograrlo, probaron y probaron nuevas recetas. Con nuevos ingredientes, más paciencia y materia prima; finalmente alcanzaron el punto exacto en el que se puede comer la masa sin perjudicar la salud.
La comparten con sus clientes acompañada de una bola de helado para obtener balance entre los sabores. Y tampoco falta el relleno de todas las variedades de galletas que con tanto cuidado preparan.
Cookie Bee
Mantequilla, huevo, una pizca de sal, azúcar y el ingrediente secreto: chocolate ecuatoriano Pacari. En el emprendimiento de Camila Salgado la especialidad son sus famosas Choco Chips rellenas de crema de chocoavellana.
Con 23 años de edad, Camila utiliza la cocina de su casa para relajarse y producir estos manjares. Coordina su agenda entre las tareas de la universidad y su negocio. “A mis vecinos les dejo todo el pasillo oliendo a galletas recién horneadas”, comentó entre risas.
“Cookie Bee nace del esfuerzo y del trabajo”, señaló Camila. De hecho, al consultarle sobre el nombre de su galletería, indicó que Bee es abeja y Cookie significa galleta en inglés: decidió mostrar que como una abeja, Camila trabaja muy duro para cumplir sus sueños.
Como todo, arrancar es lo más difícil. No tenía una batidora mecánica como la que ahora tiene. Su única forma de amasar era con una de las más antiguas que tenían sus abuelos, pero aún así comenzó.
Su especialidad son las galletas, aunque también prepara pan de banano, deliciosos brownies e incluso como los nombró ella “los galletones”, una galleta del tamaño de un pastel para momentos especiales.
Las galletas han sido y serán el bocadito dulce que significa compartir. No importa el tamaño, la forma ni el relleno. Lo importante es con quién compartirlo y cómo disfrutarlo, tal vez solas o con una vaso de leche tibia a media tarde.
Seguir una receta y hacer galletas podría ser muy fácil. Pero todo debe ser medido, hecho con mucho cariño y con ganas de compartir. Como diría Paulina Bravo, de Cake O’Clock, “todo se pesa, hasta los huevos se pesan, ahí
está el secreto”.