Sonia Flores, Marcelo Báez, Luis Gómez, Washington Mancero e Ismael Chaquinga. Foto: Cortesía Eclipse
Al compás del 1,2,3,4 un grupo de jóvenes parejas ensayan una coreografía en el Centro de Desarrollo Cultural San Marcos, en el Centro Histórico de Quito. En un costado de la pista, sobre una silla, Marcelo Báez verifica que todo salga como estaba previsto. Al otro costado, Sonia Flores y Medardo Castañeda comentan los ajustes que aún le hacen falta. Pronto llega Ismael Chaquinga para informar que Luis Gómez espera en la Plaza del Teatro y que Washington Mancero no los acompañara este día.
Los seis conforman el grupo de artes escénicas Eclipse Solar. Son más que colegas, son hermanos y eso se siente desde el primer momento, cuando las risas y la complicidad es protagonista entre los actores. Alrededor de ellos más de 50 personas colaboran activamente.
Hace 32 años nació el grupo como tal. Por ese entonces trabajaban juntos Marcelo e Ismael y ‘armaban ruedo’ -como se conoce a la interpretación teatral en lugares públicos– en plazas, terminales y parques. La Plaza del Teatro era su espacio predilecto de lunes a viernes –continúa siéndolo- y lo fue más aquel 14 de julio del 83 cuando un eclipse solar les dio la idea para su bautizo.
Las tablas retumban con el zapateo de los jóvenes, se trata de una obra sobre la guerra. Los Eclipse tienen que esperar para afinar los últimos detalles, antes de ir a la Plaza del Teatro.
Medardo, el más ‘guambra’ de los seis, aprovecha para contar la historia detrás de cada uno de los nombres artísticos. Cada anécdota se mezcla con el humor y la sal quiteña. Marcelo, el director, es conocido como Marcelino pan y queso, una versión capitalina de Marcelino pan y vino. El apodo de Ismael es Chichilo 4 reales; “aunque ahora que estamos en dólares sería 4 centavos”, señala.
A Washington Mancero le dicen Mr. Douglas, gracias a un personaje en el que interpreta a un extranjero. Luis Gómez es el Iron Tingure, que significa cuello de vaca. Sonia, la única mujer del equipo, tiene el sobrenombre más largo: María Lola Vaca del Campo de las Altas Torres Palacio Puente. Medardo tiene el título del Inmortal porque aún “estoy aquí”–cuenta-, hace referencia a que vive en Toctiuco, una zona considerada como peligrosa.
Ya es tarde. Los Eclipse trabajan religiosamente de lunes a viernes en la Plaza del Teatro y los domingos en la Plaza Grande. A veces, como ese día, no todos actúan juntos. Los integrantes se dividen para preparar diversas actividades en las que intervienen, sin embargo, todo es previamente coordinado.
Ismael tiene el ceño fruncido, su aspecto serio y su fuerte voz causa impacto a primera vista. La idea se desvanece rápidamente cuando empieza a hablar. Mientras camina a la Plaza donde lo espera el ‘Lucho’ recuerda decenas de vivencias graciosas, tristes, del oficio… “Si tuviéramos que recoger los pasos de muertos cuando regresemos, ya nos encontraremos el ataúd”, dice.
Llegan. El sol no es tan intenso. Están formados ya dos ruedos: en el uno participan una pareja de actores foráneos; en el otro Charlie Marionetas hace bailar a un monito mientras unas 70 personas lo miran sorprendidas. Pero Eclipse tiene tradición, la gente los conoce y los quiere, sabe que ese es lugar aunque no lleve su nombre.
Solo hace falta que ‘Lucho’ coloque una especie de estante que cubre con la ropa de sus personajes, para que las personas que veían los otros actos se dispersen y empiecen aglutinarse alrededor de los Eclipse a la espera del espectáculo.
“Ellos me gustan porque son sanos”, dice un adulto mayor que no se pierde una sola presentación del grupo. Sus presentaciones se centran en la vida cotidiana, en las penas amorosas, laborales, en la inseguridad; en fin, cualquier situación del día a día y la combinan con humor para dejar una reflexión a través de la risa.
Ya están listos, empieza el número, Ismael interpreta a una vendedora informal y ‘Lucho’ a un agente municipal. Las risas van y vienen, no faltan los comentarios y la interacción con la gente. Es una fiesta. Termina el ‘sketch’. Ismael repite antes de pasar el gorro: ”Nosotros no pedimos limosna, nosotros cobramos por nuestro trabajo”.
En las plazas no hay un valor estipulado para la entrada. Cada quien pone lo que tiene o cree justo y los que no tienen o no quieren aportan con buenas energías. El gorro es una parte del pago, la otra es el cariño y los aplausos del público. Los Eclipse siempre están prestos para ayudar. Para ellos el teatro es su vida, su trabajo -de lo que “comen”-, pero también un don que comparten con el resto cuando alguien lo necesita.
Saltaron a las salas privadas y a los contratos por la misma gente de la plaza, quienes los invitaban a participar en eventos y poco a poco se hicieron conocer. Actualmente conocen la mayor parte de los rincones del país y otras naciones como Colombia, Perú y Estados Unidos. Sin embargo, los lugares públicos son sus verdaderas casas.
Llega el siguiente acto y con cada palabra el público se involucra más y más. Las horas pasan, empieza a oscurecer. Pronto acabará.
El teatro callejero es duro, pero es noble. Eclipse reconoce que el arte les ha dado valores como la lealtad, la honestidad y el respeto. De una cosa están seguros -como dice Medardo- ”Mientras estemos unidos, siempre habrá alegría en las plazas”.