En el mundo, el 5% de infantes tiene el trastorno de déficit de atención e hiperactividad. En Ecuador, según el Ministerio de Educación, hay 7 918 alumnos del sistema público, con el diagnóstico. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
Un niño con déficit de atención no puede concentrarse solo en lo que su maestra le explica. Así ella esté parada frente a él, al mismo tiempo oye el sonido de la lluvia que cae sobre la ventana del aula, el ‘auch’ de la compañera que se golpea en la banca y el pito del bus, en la calle. El color de un cartel y otros estímulos también pueden distraerlo.
Un escolar con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) no se enfoca en la clase. Es como si estuviera en una sala con varios televisores encendidos.
No tiene noción de la hora, por lo que no concluye las tareas. Ni mide las consecuencias o el peligro de sus actos. Su control inhibitorio, que le permite detenerse o actuar, no está regulado, así que se levanta de pronto, interrumpe…
Eso se concluye tras hablar con dos psicólogas educativas, una psicóloga clínica, una neuropsicóloga y un neurólogo pediatra.
Ellos recalcan: el diagnóstico debe ser multidisciplinario, para evitar errores. Los casos -dicen- son remitidos, desde cuando el niño va al preescolar, pues en casa se pasan por alto ciertas conductas.
El 5% de infantes tiene TDAH y afecta más a los varones, según el Manual Diagnóstico de Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM- IV).
En Ecuador, el Ministerio de Educación registra 7 918 chicos con este trastorno en establecimientos públicos. Ellos reciben -se indicó- clases con el resto de compañeros, pero con adaptaciones curriculares. A los alumnos con necesidades educativas especiales, no asociadas amla discapacidad, les proporcionan psicoterapia.
A Mateo (nombre protegido) quisieron sacarlo del plantel particular, en donde cursaba segundo de básica, hace cuatro años. No atendía a los maestros, gritaba cuando hablaban… Hasta otros padres pedían que dejara la escuela.
Lo recuerda la psicóloga Cristina Tapia, del Centro Terapéutico Voces de la capital. Los padres del este niño, que hoy tiene 10 años, son abogados y buscaron su ayuda.
Luego de confirmar que tenía TDAH reclamaron en el centro, pues nunca identificaron las señales. En lugar de eso, el niño fue señalado y desarrolló ansiedad, se orinaba en la cama y le sudaban las manos.
Tres meses después, con terapia y medicina, notaron los cambios. Luego de un año lectivo y medio se le retiró el tratamiento farmacológico y se le dio de alta de terapia. Hoy integra la selección de básquet.
Tapia precisa que este trastorno neurobiológico no se cura, se controla. También, requiere trabajo en casa, reglas, límites, horarios.
Los especialistas piden evaluar cada caso y entrevistar a padres y maestros. Al consultorio de la neuropsicóloga clínica Paloma Sotomayor llegan niños que se distraen en clase. También, otros que tienen ansiedad crisis emocionales.
Por eso -apunta- el diagnóstico es complejo. Aplica una evaluación para descartar dificultades en el lenguaje. Mide memoria, atención, organización y control de impulsos; coeficiente intelectual, para determinar si tiene sobredotación o discapacidad.
En tres horas evalúa además lectura, escritura y matemática, según la edad. El TDAH puede ir junto a una dislexia.
Eugenio, de casi 5 años, va a terapia. En su guardería vieron que no podía pronunciar la r y la d. Tras un análisis se concluyó que tiene trastorno pragmático semántico (retraso en el lenguaje y problemas para comprender), además TDAH.
Este trastorno está como de moda, coinciden Tapia y Verónica Egas, directora del Centro de Psicología Aplicada de la U. Católica. Esta última dice que hace 10 años, en Francia se evaluó al 100% de niños diagnosticados con TDAH en un período. Se evidenció que el 80% no tenía problemas neurológicos. Pero los habían medicado.
El cerebro de un niño con el trastorno funciona diferente. Pero eso no implica una discapacidad que impida llegar a la universidad o alcanzar otros logros. El campeón de natación, Michael Phelps lo tiene y su madre lo ayudó a enfocarse en el deporte. Hay profesionales que han aprendido a vivir con él. Así lo explica Verónica Maldonado, otra psicóloga de la PUCE. Y recuerda que sus rasgos deben aparecer en dos ámbitos: escuela y casa.
Las tres psicólogas cuentan que ahora es más común que desde las escuelas les remitan a niños etiquetados como inatentos, malcriados porque no cumplen la norma. No los invitan a cumpleaños, los apartan.
De 30 pacientes, que atiende en su terapia, 10 tienen este TDAH. . En un grupo de 120 alumnos, al menos dos o tres lo padecen. Pero “hace falta capacitación de los profesores”.
Hay regímenes muy tradicionales en lo pedagógico. Los padres -dice Tapia- no estamos preparados para criar esta generación, que viene con otro circuito genético, debemos adaptarnos, ser más flexibles.