Sí, sin duda alguna, Dante Alighieri es el más grande poeta medieval; su obra, sin embargo, parecería ser un anuncio del Humanismo, que en el siglo XIV abrió paso hacia el Renacimiento. Nació en Florencia en 1265 y falleció en Rávena el 14 de setiembre de 1321. En estos días se han cumplido, por lo tanto, 700 años de su muerte, pero su obra está viva todavía y lo estará aún por mucho tiempo.
Desde joven, Dante participó activamente en la política de Florencia, y lo hizo junto a los güelfos blancos, partidarios del Imperio Romano Germánico y adversos a los intereses terrenales de los Papas. Luego del triunfo de los güelfos negros, que defendían al papa Bonifacio VIII, Dante fue desterrado de Florencia en 1302, y sin saber que nunca volvería a su patria, deambuló por Verona, Lucca y Rávena.
Fue entonces cuando escribió en latín un tratado titulado ‘De Monarquia’ (1311), en el cual expresó sus ideas políticas, muy avanzadas para su tiempo, puesto que abogaba por la separación de la Iglesia y el Imperio.
En su patria está considerado como el “padre” de su idioma. De hecho, su obra mayor es la que él tituló ‘Commedia’, y está escrita en la lengua toscana, de la cual nació el actual italiano.
En el siglo XVI, el entusiasmo que despertó la ‘Commedia’, y la materia misma de la que trata, hicieron que a su título se agregara el calificativo de ‘Divina’. Junto a Miguel de Cervantes y William Shakespeare, está considerado entre los más grandes genios creadores de la historia literaria.
Todavía no se ha reconocido, sin embargo, la calidad de profeta que me parece justo atribuir a Dante, puesto que en su poema, aparte de haber compuesto un magistral compendio de teología moral, aparte de haber logrado una extraordinaria síntesis de la cosmología medieval, aparte de haber hecho un documento político de primera importancia, pudo anticiparse a la historia y describir una isla más alta que todas las conocidas, situada bajo la Cruz del Sur.
La ‘Divina Comedia’ es la narración de un viaje imaginario por los reinos del Más Allá: el Infierno, el Purgatorio y el Cielo. Se trata de una bellísima ilustración de la teología cristiana, y sus propósitos moralizadores no necesitan ser demostrados.
Según la cosmología de su tiempo, Dante concibe el Infierno como un embudo cuya entrada se encuentra cerca de una “selva oscura”, y va adelgazándose conforme se acerca al centro de la Tierra.
Desde allí se asciende por el opuesto hemisferio hacia el Purgatorio, que es una isla semejante a una montaña, en cuya cúspide se encuentra el Paraíso Terrenal. Por fin, en torno a la Tierra se ubican los siete cielos y, más allá, el Empíreo, donde está el principio y razón de todo lo creado: Dios.
Pero veamos la profecía. En el Canto XXVI de la primera parte del poema, dedicada al recorrido que Dante realiza por las regiones infernales contando con la guía de Virgilio, se narra el encuentro de los poetas con Ulises, el viajero por antonomasia, castigado por haber propuesto la “infidente argucia del caballo” para entrar en Troya y destruirla. Ulises se encuentra por eso en el Círculo VIII del Infierno, destinado a castigar a los malos consejeros.
A la demanda de Dante, Ulises responde con la narración de las desventuras de su anhelado pero difícil retorno a Ítaca, donde Penélope y su hijo Telémaco le esperan; pero reconoce, al mismo tiempo, que después de haberse alejado de Creta, donde la ninfa Circe le tuvo secuestrado más de un año, sintió el deseo de conocer el mundo que aún no conocía.
Movido por ese ardor de curiosidad y aventura, más fuerte que el deseo de retornar a su hogar, Ulises emprendió un nuevo viaje que nunca fue narrado por Homero. Pasó las columnas de Hércules, más allá de los mares permitidos, arengó a sus marineros, volvió la popa hacia el oriente y poniendo los remos “a todo vuelo” navegó hacia el occidente, dobló luego hacia el sur, hasta divisar una isla “que tan alta no vio jamás ninguna”.
Nunca pudo llegar, sin embargo, a esa isla, porque murió en un naufragio, dejando para siempre en suspenso el anhelado regreso a su hogar. Por eso, agrego yo, Ulises debe ser considerado el fundador de la nostalgia, que es dolor (algios) por la imposibilidad del viaje de regreso (nostos).
¿Qué razones movieron a Dante a inventar un viaje de Ulises que Homero no inventó? ¿Por qué modificó uno de los poemas fundacionales de la cultura occidental?
Nadie puede saberlo. El hecho es que la descripción del imaginario viaje de Ulises más allá de las Columnas de Hércules coincide casi exactamente con el que describió Colón en su Diario de Viaje, que fue transcrito por Bartolomé de Las Casas.
Dice el navegante que después de pasar el estrecho de Gibraltar (las Columnas de Hércules), hizo una breve escala en las Canarias, y emprendió luego la travesía del océano navegando hacia el occidente, y el 8 de octubre cambió de rumbo para dirigirse al “Güesudueste”, hasta que, en la noche del 11 al 12 de octubre, “a las dos horas después de medianoche, pareçió tierra…”.
La diferencia es que Colón sí desembarcó en la isla Guanahaní, más alta que las antes conocidas, porque se encuentra ya en la cintura del globo.
La coincidencia final es que ambos, Dante y Colón, situaron en esa isla el Paraíso Terrenal. Para el poeta, el Paraíso Terrenal está en la cumbre de aquella isla imaginaria que divisó Ulises bajo la Cruz del Sur, y la describe en la segunda parte del poema, dedicada al Purgatorio.
Para el navegante, el Paraíso Terrenal está desde la desembocadura del Orinoco hacia el sur, o sea, en la Amazonía (narración del Tercer Viaje, en Carta a los Reyes). O sea que Dante profetizó el Paraíso y Colón lo encontró.
*Escritor, ensayista.