La reunión del clima COP26 en Glasgow 2021 confirmó que el cambio climático y el calentamiento global son reales y traerán consecuencias para la vida y los ecosistemas en la Tierra. ¿Pero cuánto influye el cambio climático en los genes? Este es un aspecto ante el que debemos estar alertas.
Los genes de las especies, en general, incluidos los humanos en particular, se han mantenido sin mayores cambios desde su instauración evolutiva. Un cambio visible nuevo en la evolución necesita miles de años para asentarse.
Muchos de los cambios en el material genético de las especies, las llamadas mutaciones, suelen ser nocivos. Para que una especie sobreviva necesita tener un equilibrio entre sus genes y el ambiente en que se desempeña.
Somos el resultado de la ecuación genes más ambiente (F=G+A). Hay especies que cambian muy rápido su material genético: bacterias, virus, algunos insectos, algas, etc., en las que los cambios rápidos producen especies nuevas con propiedades nuevas.
Hay cambios tolerables de los genes dentro de un rango específico, pero si cambia mucho el gen, se producirá una anormalidad e incluso la muerte. De igual manera, cambios dramáticos en el ambiente, como un aumento entre 6 a 8 grados Celsius de la temperatura de la Tierra, podrían provocar la extinción acelerada de especies.
Se ha determinado que aumentos entre 2 a 3 grados ya impactan en el ADN de las especies, provocando alteraciones graves que, de mantenerse, conducen a la muerte. Existen muchos ejemplos: las algas de colores de los arrecifes que mueren y rompen el equilibrio de los corales que también desaparecen. Resurgimiento de enfermedades infecciosas, como la malaria, el dengue y la leishmania, son resultado de mayor temperatura en diferentes regiones antes libres de estos males.
El cambio climático que alerta la COP26 se debe, entre otros motivos, a la explotación y uso abusivo de los combustibles fósiles y la cultura del carbón, la emisión exagerada de metano y dióxido de carbono, implacable deforestación y una galopante policontaminación de la tierra, del agua, del aire y sus implícitos (alimentos, respiración, partículas aéreas, etc.).
El clima ha cambiado tanto, que ahora les tocará a los genes variar para sobrevivir y no sucumbir. Los cambios ambientales por sí mismos involucran cambios en los genes. El petróleo, el metano, gases de la industria, partículas contaminantes del ambiente o alimentos originan mutaciones de genes, enfermedad y muerte, según el tiempo y nivel de exposición.
Frente a los cambios ambientales hay tres opciones para una especie: aclimatarse sin cambios importantes en sus genes pero con expresión modificada de los mismos, por ejemplo, vivir en la altura hace a los humanos producir más glóbulos rojos para respirar mejor; este cambio no se hereda, es simple modificación funcional (epigenética).
Adaptarse con cambios que privilegien genes de acoplamiento a las nuevas exigencias: genes de detoxificación o muerte celular programada (apoptosis). Y la migración poblacional con intercambio o no de genes.
La migración es clave para muchas especies, ya que es cuando fecundan y procrean. La migración garantiza intercambio genético y escape a la uniformidad de genes que debilitaría las poblaciones hasta desaparecerlas. Guepardos y cóndores ecuatorianos son ejemplos de las cientos de especies en peligro de extinción, por tener similitud genética. La migración garantiza la diversidad genética y la adaptación.
La modificación en la temperatura ambiental tiene mayor impacto en especies con nichos ecológicos específicos. Al tener que migrar a zonas más frías, deben competir con otras especies y en un nuevo ambiente surgen nuevas enfermedades.
Sapos que suben a las alturas son contaminados por hongos de la piel que los extingue. Aves que otrora migraban, por el calentamiento se quedan en sus sitios y alteran los ecosistemas y a su propia fertilidad y variedad de genes. Hay especies en las que el tamaño de sus crías disminuye comparado con generaciones pasadas. Estamos ante cambios genéticos impuestos.
Se postula que la pandemia por covid-19 es producto del cambio de hábitat de murciélagos o pangolines, y que la migración de estos reservorios de virus determinó el contagio a los humanos, con el resultado que estamos viendo.
En los humanos modernos, surgidos hace unos 250 000 años, no conocemos mutaciones nuevas beneficiosas o evolutivamente evaluables; todas las descritas se relacionan con unas 30 000 enfermedades y cambios anormales corporales.
Los humanos nos enfrentamos a que el calentamiento de más de 2 grados de la Tierra disminuya la fertilidad y, más grave aún, que los contaminantes anotados anteriormente dañen el ADN determinado cánceres en general y de piel en particular, por destrucción de la capa de ozono, enfermedades degenerativas y cardiopulmonares por cambios en genes específicos.
Ante el aparente éxito de la COP26, hay históricas y legítimas dudas del cumplimiento de los compromisos adquiridos. Pese al ofrecimiento de USD 100 000 millones para los países pobres a fin de que combatan el cambio climático, no está claro cómo van a resolverlo.
El 51% de países no tiene una política clara sobre las medidas a tomar para evitarlo. Hay 100 millones de nuevos pobres en el mundo por eventos de cambio climático, mientras el 85% de personas ya vive en zonas de sequía. El impacto de estos fenómenos en los genes solo lo sospechamos, pero existe mucha evidencia de que al romper el equilibrio entre genes y ambiente, las especies terminarán mal paradas.
Academia Ecuatoriana de Medicina y Genomics Lab.