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Copio este párrafo surgido de una vida fructífera y sincera, existencia clásica nutrida del antiguo saber griego y de su empeño por la búsqueda de la verdad y la plasmación de la belleza, y examinada ejemplarmente a la luz del cercano escozor de la muerte:
La discriminación de la mujer es real: cuestionémosla: brecha salarial, acoso, dificultad de conseguir trabajo, ‘techos de cristal’ o limitación del ascenso laboral de las mujeres; pluriempleo, violencia, violaciones, feminicidio. Los sectores que requieren aprobación pública, publicidad, farándula, revistas del corazón. Nos cosifican con estereotipos. Procuremos que la presencia femenina sea visible y valorada. Examinemos muy brevemente el sexismo en la lengua.
Releo la metáfora de pesadumbre que cuenta la vida otoñal del patriarca de todos los mundos, del que ganaba irremediablemente la lotería con las bolas numeradas de entre las cuales la que sacaba cada niño de los tres que completaban la cifra premiada había sido previamente helada, para que ninguno se equivocara al cantar la cifra que compondría el número del premio mayor que iba al patriarca de las manos femeninas invalidadas para los quirománticos, porque no tenían línea de la cabeza, ni del corazón, ni línea de la vida que anunciara cuánto duraría la existencia perpetua del hijo de su madre Bendición Alvarado, la mujer que nunca supo que era la más rica del mundo, pues la fortuna de loterías y herencias de los muertos a propósito, la de los baúles de dinero saqueados del caudal público, o la de la venta del mar que dejó un infinito arenal blanco de añoranza y soledad estaban a su nombre, mientras ella pintaba de azul las oropéndolas, y las veía colgar sus nidos en árboles de ramas ho
“Entre poder y no poder, el artista se siente mínimo cuanto más grande es su vocación y más cercanos sus ojos a la luz de Dios. La fe le exige al genio que baje los ojos, que se encuentre consigo mismo, que tome greda en las manos, que palpe su aspereza exaltadora, que descubra el amasijo de sombras que hay en la entraña de todos los barros y que constate que, a pesar de todo lo limitado de nuestro vivir en tierra y en tiempo, en la curva amorosa del lodo hay una vocación de transparencia”.
Nuestra racionalidad se expresa en la lengua. La conciencia, la sensibilidad, los valores, los conocimientos y esperanzas de cerca de setecientos millones de seres humanos se 'dicen' en español, la lengua oficial de 21 países: España, en Europa; En América, Colombia, Ecuador, México, El Salvador, Venezuela, Chile, Perú, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Cuba, Paraguay, Bolivia, República Dominicana, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Honduras, Puerto Rico. Guinea Ecuatorial, en África. (Cito estos países en el orden en que, en cada uno de ellos, se instituyó la respectiva Academia de la Lengua). La primera Academia fundada en América fue la Colombiana (1871) y la segunda, la nuestra, que nació en 1874-75. No es lengua oficial en los Estados Unidos, pero hablan español en el inmenso país, más de cincuenta millones de personas. En 1973, se creó la Academia Norteamericana de la Lengua. Existe una Academia Filipina de la Lengua, y se estudia español, virtualmente, en la mayoría de países del mund
¡El maravilloso don Aurelio Arteta, catedrático de Filosofía Moral de la Universidad del País Vasco que, precisamente por ser filósofo, se ocupa de la lengua! Él sabe que la ortografía, la sintaxis, el régimen, la concordancia son temas que apenas interesan a los escribientes; es más, quizá ni sepamos lo que cada uno de estos ámbitos significa, y ni siquiera nos interese saberlo; como hablamos y escribimos desde niños, nuestra presunta intimidad con el idioma nos exime de la obligación de conocerlo y perfeccionarlo. ¡Ay, lo mismo suele pasar en la vida cotidiana!: la intimidad familiar, por ejemplo, parece liberarnos de la falta de interés en el otro, de la necesidad del buen trato mutuo y de la cortesía: se diría que la confianza lo autoriza todo, pero no es así.
1916: agosto 12. El abuelo escribía desde Quito a Cuenca, a Victorita Crespo Astudillo, su mujer: “Te diré de paso, porque cuando nos veamos lo haré por extenso, que en punto a divertirse algo, viajando en ferrocarril, la cosa es desconsoladora: nada se ve, sino que sólo se entrevé, […] de modo que a pesar de haber tocado en Alausí, Riobamba, Ambato, Latacunga y muchos lugares más, no conozco un ápice de esta región. Mi mayor sentimiento estuvo en que Chimborazos, Tunguraguas, Cotopaxis y compañía, el goce de cuyo espectáculo ha constituido mi sueño desde la infancia, se me presentaron y pasaron como fantasmas. Si pudiera, y lo he de procurar, hacer mi viaje de regreso en mula, me contentaría mucho, porque solo así se viaja como hombre. El tal ferrocarril es una especie de cajón grande, en donde uno no va, sino que es expedido. Podrá ser un triunfo de la civilización, pero solo en asuntos mercantiles; por lo que toca a lo demás, es una salvajada”.
El año 2000, invitada por la Universidad de Knoxville, Tennessee, dicté cursos de español en la ‘división superior’ de lenguas. En ella viví el lujo de enseñar a los mejores estudiantes que he tenido en mi larga vida de catedrática. Sentía sana envidia ante su interés por aprender, su apasionada lectura de autores hispanoamericanos, sus lúcidas redacciones en lengua extraña. En la primera evaluación de los cursos que, anónimamente, debían cumplir los alumnos, además de comentarios positivos, hubo dos puntos en que la mayoría concordaba: “La profesora es demasiado exigente’, el primero. Tenían razón: si se dedicaban a todas las materias como a sus estudios de español, deberían pasar días y noches entregados a los libros; ante esta verdad, cedí. Pero el segundo me dejó atónita. Decía: “La profesora pretende que filosofemos”…
Cuando el New York Times se refirió a Quito en su sección de viajes, la colocó entre las 53 ciudades del mundo dignas de visitarse, por ser ‘uno de los mejores y más recomendables destinos turísticos’. Y lo es. Desde un paisaje de ensueño, Quito serpentea entre majestuosos volcanes sorteando quebradas y colinas…
La historia es un estorbo en los estudios de bachiller y en los universitarios; sin suficientes alumnos –cuyo interés por el pasado, si alguna vez existió, disminuye hasta el anonadamiento- no se ofrecen estudios de historia. En los colegios, la historia se reduce a la repetición de nombres y fechas, sin profundización en circunstancias, mentalidades, razones, consecuencias. Como los retratos de los presidentes en el Salón Amarillo o los nombres de las calles, todo es efigie sin raíz, nombres sin sentido: somos turistas por la patria, sin tiempo ni interés para ver más que apariencia.
¿Cómo no recordar el olor a pan entre el repique de campanas mañaneras, en la dorada Cuenca de los años cincuenta, al leer el título «La influencia del olor de los croissants calientes en la bondad humana»? Este ensayo sobre la bondad de los cruasanes (fea adaptación al español del hermoso croissants) no pertenece a un capítulo de Proust. Se escribió en 2012 y recibió el primer premio ‘Procope de las luces’, ‘para gratificar al autor de un ensayo político, filosófico o social, escrito en francés durante el año’, por ser ‘una nueva y polémica reflexión sobre nuestro tiempo, dentro de la tradición del espíritu crítico, de las libertades y el humanismo del siglo XVIII’, según los estatutos del premio, que consiste ¡en un cheque de 2 000 euros, y una ‘mesa’ de 2400 en el restaurante Le Procope, para consumirse durante el año, además de una botella de champán de ‘prestigiosa cosecha’! Le Procope, el café más antiguo de París, fundado en 1686 por un siciliano de Palermo apellidado Procopio,
Historia de un intruso, de M. Antonio Rodríguez y los cuentos que la acompañan bien merecían la bella y cuidada edición en que hoy aparecen. Este libro-objeto nos trae textos atormentados, junto al humor y la melancolía de las palabras y los dibujos del eskritor, con ka, y pintor, Miguel Varea.
Por 1915, aún adolescente, dictaba clases particulares de historia, matemáticas y latín para ayudar a su madre a solventar los gastos de la casa y a educar sola a sus cuatro hijos. No era feminista, pero nos dio lecciones del mejor feminismo: intelectual activa, todo conocimiento la deslumbraba: se licenció en historia y obtuvo trabajo como bibliotecaria y archivera. Con su esposo, físico brillante y catedrático universitario, y sus cuatro hijos pequeños sufrieron la crueldad de la guerra española.
Es inteligente y bueno: lúcido, amable e incapaz de alardes o complejos de superioridad -de esos que ocultan inferioridades ominosas-; ha llegado en política, con inigualable sobriedad, más arriba de lo que muchos, con trampas infinitas, conseguirán jamás y, lo que es todavía más difícil, sin dejarse seducir por el poder.
Un xenófobo con apellido de onomatopeya (¡trump!, peor que el ¡pum! que nos asustaba de niños/as!), y con nombre de pato, lleva camino de alcanzar la Presidencia de la nación más importante y democrática del mundo, (con todos los defectos que ‘importancia’ y ‘democracia’ guardan en sus ranuras, pero aun así, con menos que aquellos países que nos aterran con sus derivas totalitarias, para desgracia de los pueblos).
Nunca como ahora cabe pensar en espacios deseados y perdidos. En casas derribadas, entre cuyos escombros sus antiguos habitantes, con la mirada perdida, buscan lo que, si encuentran, se halla abollado, despedazado, irreconocible.
No todas son iguales; las hay generosas, llenas de luz, u opacas y sin presagios. Si conmemoran una efeméride, suelen ser voluntariamente solemnes y dignas. La Academia Ecuatoriana de la Lengua, con la generosa colaboración de la Universidad Técnica Particular de Loja ha preparado, a partir de hoy, una semana de jornadas cervantinas, en conmemoración de los 400 años de la muerte de don Miguel de Cervantes, cuyo recuerdo honramos aquí con la lectura de su inimitable autorretrato:
Hoy recibí de una madre muy joven, muy íntima y querida, este texto: “Yo soy católica. Mi marido es ateo. Tenemos dos hijos que aún están descubriéndonos y descubriéndose.
Albert Einstein preguntaba y se respondía a sí mismo: “¿Por qué la ciencia aplicada, que asegura nuestro trabajo y vuelve nuestra vida más fácil, nos ha traído tan limitada felicidad? La respuesta es simple: porque todavía no hemos aprendido a hacer de esta ciencia, un uso sensible”.
“Fructificaron los muertos” leí en un apunte de un antiguo códice escrito en latín, y esta verdad se cumple cada día. La Academia Ecuatoriana de la Lengua contó entre sus miembros con el excepcional poeta, Filoteo Samaniego Salazar. Fue su secretario y editor de la Revista Memorias, diplomático sin improvisaciones, de altísima cultura, serio y sencillo como el pan. Por iniciativa de nuestra AEL, fue candidato al XVII premio Reina Sofía de Poesía, y quedó como digno finalista, entre José Emilio Pacheco e Idea Villariño y otros poetas grandes.