También pensé que este artículo podía llamarse “Vender el alma al diablo”, pues esto es justo lo que pasó. Los populismos sudamericanos aglomeran sus votantes en torno a las emociones, y para esto pocas cosas funcionan tan bien como victimizarse. Evidentemente el discurso antiimperialista era solo un mecanismo electoral: buscar un enemigo fácil de identificar, atacarlo a gritos con discursos revanchistas para animar el romanticismo de la gente, ganar elecciones… y luego seguir sometiéndose a potencias extranjeras si ello es menester para mantenerse en el poder. Tengámoslo muy claro, no somos un ápice más soberanos, simplemente cambiamos un imperialismo por otro, el estadounidense por el chino. Para llegar y mantenerse en el poder Hugo Chávez no tuvo ningún problema en vender el alma de su país.
¿Ustedes creen que China está desplegando una campaña humanista con sus operaciones sudamericanas? O, ¿aprovecha de los políticos tan desesperados de demostrar su “poderío e independencia” que estaban dispuestos a comprometerse a lo que sea?
No somos aliados, ni parte de un bloque alter-mundista solidario, somos la carne del festín, el pato jugoso que se sirve a la pekinesa. Para muestra de ello basta ver la actualidad de Venezuela. China Petroleum & Chemical Corporation, también llamado Sinopec (también presente en Ecuador), está demandándole a Venezuela, curiosamente ante un tribunal norteamericano. Si ustedes pensaron que China tendría más paciencia que otros imperios cuando se trata de recibir pagos, piénsenlo dos veces.
Para mantener su economía ficticia el gobierno venezolano se endeudó (por medio de varias figuras, incluyendo la preventa de petróleo) por la colosal suma de más de 62 mil millones de dólares con China, obviamente a tasas de interés fabulosas y condiciones excelentes para los asiáticos. Dentro de ese paquete se previeron servicios por parte de Sinopec. Pues bien, hay un retraso de pago de 23 millones de dólares, cantidad ínfima si se la compara con el monto de la deuda o, peor aún, con los tremendos intereses que Venezuela paga. Pero el gobierno chino quiere mandar un mensaje clarito, “la deuda se paga de manera perfecta hasta el último centavo… si no, aténganse a las consecuencias.”
Junto con los 23 millones, Sinopec reclama el pago de sustanciosas penalidades y enormes daños. Es decir es posible e que hagan bastante más billete con la demanda. Los pobres venezolanos difícilmente se imaginaron dónde se metían cuando sus gobernantes contrajeron la deuda. Y, la cereza en el pastel, como China ya no quiere dar más crédito ni alargar los pagos, y la revolución bolivariana no tiene la menor gana de aflojar las riendas, Maduro ya se acerca a un nuevo prestamista, nada menos que la Rusia de Vladimir Putin.