Mientras el Ecuador se desintegra física y moralmente por las inundaciones, los deslizamientos de montañas, volcanes en actividad, asesinatos, vacunas, extorsiones, asaltos y robos diarios, carreteras destruidas, falta de medicinas en los hospitales , demora en la entrega de cédulas y pasaportes, un gobierno que parece ha perdido el control de la nación, una justicia cada vez menos confiable y más corrupta y una amenaza constante del presidente de la Conaie -para no seguir con la enumeración de los desastres – la Asamblea Legislativa destina todo su tiempo y esfuerzos a destituir al presidente de la República. Y seis acoquinados jueces de la Corte Constitucional han buscado recovecos para dar paso al enjuiciamiento político a Lasso (párrafos 53, 54, 67 y 98 del dictamen)
Como en ninguna otra ocasión, ahora necesita el país un acuerdo político mínimo para enfrentar los desastres naturales y las amenazas del crimen organizado y las mafias. La sociedad se desgrana y la nación puede desaparecer en medio de los apetitos personales, la incapacidad de los gobiernos central y regionales, y el quemeimportismo de las élites empresariales, académicas, laborales y hasta religiosas.
Es manifiesta la ausencia de líderes que conduzcan al país en estas horas de profunda crisis. Los liderzuelos del momento no tienen la inteligencia ni la grandeza de espíritu para buscar los acuerdos mínimos, para renunciar a sus posiciones personales, para distinguir lo importante de los superfluo, y llegar hasta el sacrifico, si fuese necesario en las actuales circunstancias.
Es necesario apoyar al presidente de la República, pero exigirle, al mismo tiempo, que deje de lado el círculo de amigos, agnados y cognados, asuma sus funciones con entereza, voluntad y autoridad, supere la indecisión y la debilidad, y sea un auténtico líder para conducir a la nación en esta hora aciaga.