Hay confesiones que deben hacerse y una de ellas es que dejé de ir a presentaciones, sobre todo de danza y teatro, por muchísimos años aquí, en Quito. No, no fue falta de tiempo, pero perdí el interés por unas malas experiencias frente a las obras que escogí. Así que un día me dije no vuelvo más y de eso fueron como 10 años. Sí, ¡una década!
Sin embargo, a inicios de año escuché a algunas amigas hablar sobre ir al teatro. Mi primera reacción fue decir no gracias, pero finalmente dejé mi tozudez y decidí dar una oportunidad a la oferta de la ciudad. Así que en las últimas semanas he asistido a tres obras distintas y, debo confesar, que desde el primer llamado empecé a sentirme curiosa y me senté al filo de la silla cuando la luz se apagó y el escenario se iluminó.
Después de tantos años transcurridos, puedo decir que salí satisfecha. Noté la enorme evolución y transformación que hay. Me he encontrado con buenas instalaciones, puestas en escena muy logradas, variedad de obras, producciones de nivel, buenos actores, actrices, cantantes y músicos, vestuario adecuado, buen maquillaje… Realmente siento que ahora se puede disfrutar más de las artes escénicas y pasar una tarde diferente.
Un dato no menor es la presencia de público. Tal vez ha sido coincidencia, pero me he encontrado con, al menos, una obra con entradas agotadas y otras dos con casa prácticamente llena. Si los artistas se han entregado completamente, el público ha hecho lo propio: aplausos prolongados, algunas veces de pie, flores para los actores principales, comentarios positivos a la salida de cada obra, sonrisas, alegría.
También se agradece, como público, la coordinación con las autoridades locales, para que en los sitios que normalmente son conflictivos, por ejemplo, en las afueras del Teatro Sucre, se ubiquen policías que se encargan de la seguridad en los alrededores para el ingreso y la salida de los asistentes. Además, del buen trabajo que hay con el control de entradas, todas QR o en tiquetes electrónicos, en donde está el número de asiento y el nombre de los espectadores, el apoyo de los organizadores en la revisión de bolsos y mochilas, como se lo hace en el Teatro San Gabriel.
Me resulta muy reconfortante ver las carteleras para las próximas semanas y tener que decidir qué quiero ir a ver y sentir al mismo tiempo esa pena de no poder ir a todo. De saber que, a esta oferta, se suma conciertos, estrenos de películas, lanzamientos de libros, recitales… la lista es extensa y habla de un Quito que vibra, en constante esfuerzo por mostrar más de sí misma si le damos la oportunidad.
Más actividades culturales, más adaptaciones, más obras propias. Estos espacios necesitan crecer, convertirse en esa opción para tener algo que hacer. En la variedad temática pueden los niños o jóvenes encontrar una ilusión de querer hacer cosas distintas, de mirar un mundo menos duro del que nos rodea.
Gracias por esos buenos trabajos y disfrutemos más del teatro.