No soy músico ni tampoco matemático aunque bien hubiese deseado ser algo de lo uno o de lo otro, no obstante, esto no me impide reflexionar acerca de las cercanías y distancias que existen entre la ciencia de los números y el arte de los sonidos. Fue Leibniz quien, en un día de poético entusiasmo, dijo: “cuando Dios canta para sí mismo canta álgebra”. La frase, en sí misma heteróclita y dicha por un célebre matemático, pone de manifiesto esa misteriosa relación que existe entre la música y el número. En los orígenes del pensamiento occidental, Pitágoras marcó ya el camino de estas reflexiones cuando afirmó que el universo estaba escrito en lenguaje matemático. Si esto es así, la música sería entonces su lectura. Según la tradición platónica, la música y las estrellas se relacionan a través de vínculos que son audibles solo en otra dimensión de la experiencia y cuyas claves estarían enlazadas a un número no revelado que explicaría el orden cósmico. Idea fabulosa que tiende un puente a un saber no solo hermético sino esotérico.
El pensamiento filosófico del Renacimiento fue también proclive a establecer correspondencias entre el mundo real y el mundo de las ideas. Kepler planteó la existencia de una “música de las esferas”, idea que fray Luis de León la acoge en su célebre ‘Oda a Salinas’. Con el Romanticismo resurgieron las analogías. La sensibilidad filosófica de Schopenhauer fue fundamentalmente musical. Las formas de la música –opinaba- duplican la estructura básica del mundo; así: “las notas de un bajo son análogas a la naturaleza inorgánica, las armonías son análogas al mundo animal y las melodías son análogas al mundo humano”.
Los entendidos de hoy hablan de la existencia de un canon en el cual subyacen relaciones matemáticas en la música de Bach o en una partitura de Pierre Boulez. Una fuga bachiana bien podría transcribirse en una ecuación algebraica. Y si de muy antiguo se ha relacionado la música con la armonía del macrocosmos estelar, ¿por qué no, hoy, redescubrir otras relaciones entre la música y la armonía que subyace en el microcosmos, esto es en la estructura atómica y molecular de la materia, idea que ha sido sustentada por Juan Esteban Valdano, músico ecuatoriano?
Todos los sentimientos que conmueven al ser humano pueden ser expresados por medio de la música. Es gozo para el alma alborozada, descanso para quien está fatigado, terapia para el que lleva el espíritu herido. Más que las palabras, la música tiene la capacidad de abrirnos a lo trascendente; no necesita traductores, despierta inmediatamente nuestra emoción. Es una forma de descifrar el misterio del mundo.
La notación musical como las relaciones matemáticas son formas de un lenguaje universal; ambas apelan a la razón, solo que la segunda, además de ello, llega al corazón humano. La música es una geometría acústica que conmueve.