Hubo un tiempo en que un escritor argentino logró definir las tensiones de su país, pero que vale extenderlas al resto de América Latina. Su nombre, Domingo Faustino Sarmiento y escribió ‘Facundo’, en 1845. El subtítulo define a un libro sobre el que se cimentó la Nación argentina y, posiblemente en algo, a América Latina: ‘civilización y barbarie’.
Su idea -y esa era la de los países latinoamericanos- contraponía lo blanco, europeo, la ciudad, frente al campo, lo indígena y gaucho, Los primeros eran los civilizados; los segundos, los bárbaros. Eran otros tiempos, pero aún persiste esa ideario en muchos.
La visita de indígenas del pueblo Huaorani del Yasuní a la playa por primera vez a una playa en Manta fue algo que no podía sino generar emociones. Las imágenes de sus rostros de felicidad y asombro ante lo nuevo y lo desconocido nos remite a tiempos remotos.
No es un dato menor saber que es uno de los pueblos del Yasuní, en momentos en que el país debe afrontar la consulta popular para decidir la extracción de petróleo en ese zona de importancia vital para la humanidad.
Este es uno de los temas más complejos que tendremos que afrontar los ecuatorianos porque es una definición del futuro del país, del medio ambiente, y que impactará de uno u otro modo a las generaciones futuras.
Lo que sí debe quedar claro es que lo que pensaba Sarmiento -y que aún perdura- no debe tener cabida en estos tiempos. Sabemos que no es barbarie. Es un modo de vida tan digno como los de todos los demás.