La herencia del 10 de Agosto de 1809 tuvo y aun tiene un enorme impacto en varios órdenes de la vida nacional. En efecto, el legado del grupo de patriotas que ese histórico día se levantó, y fue inmolado un año más tarde, es de muchas maneras uno de los pilares sobre los cuales se asienta una sociedad diversa y de convicciones democráticas.
Tiene especial importancia la figura precursora de Eugenio de Santa Cruz y Espejo, quien trazó una ruta en la defensa de los derechos humanos, al postular que los gobernantes deben ser mandatarios de los distintos sectores de la sociedad. El multifacético Espejo, con sus ideas, e incluso con su vida, defendió la acción de la sociedad y el individuo contra los abusos del poder.
La gesta del 10 de Agosto tuvo lugar a la luz de las revoluciones más significativas del mundo occidental, como son la Independencia de Estados Unidos en 1776 y la Revolución Francesa en 1789. Pero ella misma pasó a ocupar un sitial principal en los procesos que fueron sucediéndose como preludio a las posteriores luchas independentistas y a la formación de nuestras repúblicas.
Desde luego, las connotaciones de la fecha rebasan el ámbito de Quito. Pero quizás varias acciones políticas registradas en los últimos años, al controvertirla como fecha fundacional, han contribuido a que no se la identifique como la ocasión en la cual todos los ecuatorianos, sin distingos, rindan homenaje a los forjadores de la Patria.