Quito se muestra estos días como una ciudad triste. La depresión llegó a su sima al agitar la profundidad de las aguas, el jueves de madrugada.
El proceso de remoción del Alcalde, a falta de ciertos recursos que el abogado del edil destituido y él mismo han anunciado, es un reflejo de un estado de cosas desesperante, que tiene a los vecinos de Quito sumidos en el desencanto y el desobligo.
Más allá de lo que suceda y de la posible sucesión legal, será una alta misión del Concejo Municipal elevar la autoestima, que hoy se encuentra a la altura de las calles parchadas.
Se suman muchos factores que confluyen y hacen de la vida en la ciudad una exasperante y tensa espera.
La pavimentación avanza lentamente. Los contratos, cuyos montos y entrega se ventilan en público, muestran presunciones de favoritismos e indicios de precios exagerados.
Se requiere de vías bien construidas, sin baches y que faciliten la marcha de autos y autobuses en un adecuado flujo. Así , los vecinos de Quito pueden ir a sus lugares de estudios y trabajo en buenas condiciones y en un tiempo razonable. No en vano se paga por obras de mejoramiento.
La calidad del servicio de buses resulta deplorable. Unidades viejas y sin aseo revelan falta de control de las autoridades. Las nuevas reglas siempre terminan aplazándose.
Todo debiera estar a tiempo para generar un sistema integrado de transporte óptimo y sincronizado con la circulación de trenes del Metro y, así, facilitar la vida de la gente. El Metro no solo atraviesa las entrañas de una parte de la ciudad sino tres, y acaso cuatro administraciones municipales, y todavía no funciona.
Una obra cara que deberá ser subsidiada y puesta en marcha con conceptos de alta calidad, sin negociados
ni favores. Un Metro que opere, sea rápido y solucione problemas; que no dé dolores de cabeza a la ciudad.
Se suma la sensibilidad por la falta de seguridad, entre varios otros problemas cotidianos. La visión amable de vivir en Quito se desvanece.
Hará falta un trabajo firme para levantar la autoestima castigada por los tiempos que corren.