Luego de varios dÃas de reclamos entre dos facciones que se atribuyen la legitimidad para ocupar el rectorado de la Universidad Estatal de Guayaquil, la violencia desbordó al debate.
La disputa por el poder de la cabeza de la Universidad de Guayaquil desbarró en una violencia inaceptable.
Mientras el Consejo Universitario intentaba sesionar para definir la titularidad del gran centro educativo superior, hordas violentas arrancaron parte del enrejado y atacaron con palos y piedras para interrumpir la sesión, de por sÃ, tensa.
Dos semanas atrás la ContralorÃa defenestró al rector Galo Salcedo.
Desde entonces se hizo cargo del rectorado Gulnara Borja, quien alega que le corresponde la subrogación por mandato de la Ley.
Además, Antonio RodrÃguez fue proclamado como rector encargado por una facción del Consejo Universitario, que ayer vio frustrada su reunión para salir del entuerto. Este grupo, a la vez, desconoce la subrogación de Gulnara Borja.
El Consejo de Educación Superior pide convocar a elecciones en 60 dÃas, pero en el lapso que medie al acto comicial interno la pugna promete avivarse. Todo constituye un pésimo ejemplo para la inmensa masa estudiantil y una muestra de que el desprendimiento no es atributo de ciertas autoridades, que ponen por delante del interés general y el prestigio universitario sus intereses personales o grupales.
El desate de violencia revive viejos tiempos donde la universidad era copada por facciones polÃticas de bandos extremistas en plena época de la guerra frÃa. Era un ejercicio puro y duro de la violencia para captar el poder y servirse de la imposición para ocupar cargos directivos, administrativos e inclusode la cátedra.
Frente a los brotes de violencia, la autoridad debe actuar con mano firme y apegada a derecho para que el orden retorne a la casa de estudios, se promuevan elecciones limpias y los estudiantes puedan cumplir su tarea sin sobresaltos. La calma debe retornar por el bien de todos y por la restauración de la imagen de la Universidad de Guayaquil.