El Gobierno pasó varios años divulgando el principio de dejar el petróleo bajo tierra en el Yasuní, como columna vertebral de la revolución ciudadana que se mostraba, en esencia, como ambientalista.
En todo ese tiempo, ninguno de los actores políticos que ocupan altas funciones en los cabildos y que se presumen autónomos, opuso a esa idea el argumento de las evidentes urgencias económicas que agobian a las arcas municipales.
Entonces, el planteamiento de la ética verde cuadraba, no solo con los militantes de Alianza País, sino con sus aliados confesos o discretos en los gobiernos seccionales.
Pero cuando el Presidente decidió anunciar el final de la iniciativa sepultando las viejas tesis, bajo la lógica de la urgencia económica para sacar al país de la pobreza y anteponer los derechos humanos a los ambientales, los alcaldes también abandonaron la idea. Primero llegaron desde los 30 municipios amazónicos, con banderas y carteles, a la Plaza Grande para entrar en Carondelet y aplaudir el cambio presidencial en procura de dinero para sus ajustadas economías. Días después, 180 alcaldes de los 221 cabildos se reunieron con idéntico fin.
Cualquier ciudadano bien informado sabe que se acercan las elecciones municipales. Sin auspicio gubernamental ni recursos los candidatos tendrán pocas opciones.
El pragmatismo ganó a escala nacional aun antes del voto en la Asamblea Nacional.