Gustavo Alfaro rompió esos prejuicios que tiene la sociedad sobre los jóvenes en el fútbol. Les dio un lugar y los convirtió en su caballo de batalla para cumplir ese anhelado sueño que tienen todos los países: clasificarse a un Mundial.
Y lo logró. Cumplió así su sueño, que lo tuvo desde que salió de Rafaela (localidad argentina en la que nació), y también fue el estandarte de un grupo de muchachos, como él los llama.
Uno de los méritos del entrenador argentino fue llegar con Ecuador a Qatar 2022, con una generación de chicos que no tenían experiencia o decenas de partidos defendiendo a una selección; les dio el vigor, el respaldo anímico, básico en esta actividad, para que mostraran sus cualidades.
Alfaro les transmitió esa convicción de lucha, les mostró el camino de la persistencia; descubrió en ellos esas cualidades, que después los futbolistas las mostraron en las canchas de Sudamérica, América del Norte, Europa y Asia.
Hay que ser grato con Alfaro por lo que hizo por el país. Lo volvió a unir en medio de una tempestad de desconfianza, originada por la crisis económica del covid, movilizaciones sociales… Hizo que la Selección sea ese vínculo en el que costeños y serranos festejaran en los estadios, en las calles del país, en Qatar, en las giras por países de Europa y Estados Unidos.
Alfaro sostuvo su teoría de que los jóvenes pueden alcanzar grandes objetivos. Dejó atrás ese tabú de que solo los futbolistas con experiencia pueden lograr éxitos.
Impulsó las carreras de Gonzalo Plata, Piero Hincapié, Pervis Estupiñán, Félix Torres, Moisés Caicedo… Llamó a 60 futbolistas para que formaran parte de las convocatorias para los partidos de las eliminatorias, amistosos, Copa América y el Mundial de Qatar 2022.
La función de líder obligaba a Gustavo Alfaro a tomar decisiones, tal y cual como se hace en cualquier profesión. Pudo haber cometido errores, pero sobresalen más los aciertos.
Es necesario reflexionar que la eliminación de Ecuador ante Senegal, en la fase de grupos del Mundial, no puede ser causante para juzgar a una persona. Hay que aprender de estas experiencias para crecer. Es cierto que Ecuador llevó un buen grupo de futbolistas a Qatar, con sus virtudes y limitaciones, pero hay que mirarse desde los pies hasta la cabeza para ver el techo que tenía Ecuador.
La salida de Alfaro obliga a la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) a encontrar un entrenador que aproveche esa buena generación de futbolistas.