Parece que al país se le vienen tiempos políticamente turbulentos. Las tensiones existentes entre los poderes Ejecutivo y Legislativo van a ir creciendo y se escucha cada vez con más fuerza que “la muerte cruzada” es una salida. Sin embargo, esa figura, creada para recuperar el orden en escenarios de profunda ingobernabilidad, podría dar paso a más caos y más incertidumbres. Y como dice Abelardo Pachano en su columna Inquietudes Nacionales de hoy, “la política marca la conducta” de otras actividades, y una de ellas es fundamental: la económica.
El archivo del proyecto de Ley de Inversiones, con la que el presidente Guillermo Lasso buscaba la recuperación de la economía, deja al Gobierno en una posición incómoda. Se está mostrando débil en el frente político y muchos piden que lo modifique; tampoco tiene capital en la Asamblea. La nueva mayoría, a la que habrá que ver cuánta perdurabilidad tiene, tendrá una actuación previsible ante cualquier iniciativa de Carondelet.
En este contexto, invocar la muerte cruzada sería un caso extremo y peligroso. El Presidente no está en el mejor momento de la evaluación ciudadana; tampoco el Parlamento. El país está entrampado en rencillas estériles y acusaciones que parecen fruto más del rencor que de la necesidad de combatir la corrupción.
Seguramente puede haber fundamentos -y que muchos considerarán válidos- para negarse a la Ley de Inversiones y que, según la Presidencia, era fundamental para una política económica. Los 87 que votaron en contra (Unes, Pachakutik e Izquierda Democrática) sostuvieron que impulsaba la privatización. Sin embargo, en un mundo de economía globalizada, ante la que nada pueden hacer el voluntarismo de unos cuantos individuos de un país sin peso en el contexto internacional, negarse a capitales extranjeros es una anacronía. No lo sería si se exigiesen a estas inversiones el respeto a la normativa, que la actividad productiva sea de calidad y no plagada de fisuras, que los salarios sean dignos para los trabajadores. Pero por el momento, lo único que tiene el país es una incertidumbre de difícil pronóstico.