La comunicación vial con la región amazónica se complicó. Fuertes lluvias provocaron deslaves que a su vez dejaron destrozos en las carreteras y, lo más triste, cinco muertos.
El primer apunte es que las lluvias de esa magnitud en verano son cosa extraña. Las teorías para explicar las anomalías climáticas apuntan al fenómeno de El Niño -algunas de cuyas manifestaciones ya se hacen presentes- y alcanzan hasta al calentamiento global, conforme se constata en todo el planeta.
El tema constante es nuestra fragilidad ante la naturaleza. Ríos que se desbordan, inundaciones, plantíos perdidos y deslaves que bloquean las vías retratan a cada momento esa vulnerabilidad.
Por eso la primera lección que extraemos de estos días es la urgencia de siempre estar listos para acometer de modo solidario y efectivo en emergencias.
Un país rodeado de volcanes activos, con una amenaza de sismos y con una topografía tan escarpada, debe tener entre sus prioridades de planificación fondos de contingencia y equipos para los riesgos naturales.
La coordinación y las comunicaciones son importantes. Las precauciones que sin alarmismo pero con responsabilidad se toman, por ejemplo ante una erupción volcánica, alcanzan para medir nuestra capacidad de respuesta y conciencia colectiva.
De momento 117 unidades de varias provincias tratan de restablecer la comunicación de varios puntos de la Sierra con la región Amazónica. Estamos constantemente puestos a prueba.