Después de dos meses de ausencia, reasumo mi columna semanal, en momentos en que nuevas escandalosas revelaciones han dejado estupefacto al país y demostrado hasta qué punto se corrompió la política en la época correista.
Los ofrecimientos del señor Lenín Moreno en cuanto a apertura al diálogo, austeridad en la economía, respeto al ciudadano y “cirugía mayor” contra la corrupción explican el aumento del apoyo popular. El Presidente debe tener plena consciencia de que el pueblo quiere que abandone las políticas correistas que tanto desprestigio y daño nos causaron.
Lamentablemente, en lo internacional, parecerían subsistir las vergonzosas aberraciones ideológicas del correismo. La Canciller –que ya lo fuera de Correa- así lo ha probado fehacientemente en sus primeras actuaciones. Su fervoroso apoyo al dictador Maduro, su colaboración para oxigenar a la difunta ALBA, su condena a las demandas del pueblo venezolano reprimidas con brutalidad, su ofensiva ceguera ante la muerte de tantos jóvenes asesinados por reclamar derechos y libertades, en quienes ella vio “inaceptable violencia”, demuestran que, en su criterio, todo debe supeditarse al proyecto socialista del que confesó ser un “soldadito más”.
La señora Espinosa sigue cultivando aliados de la calaña de Maduro en nuestro continente, como Correa lo hiciera con los sátrapas de Siria, Irán, Belarús, Libia y Corea del Norte. Aduce que actúa en defensa de los principios de no intervención en asuntos internos de los estados y de respeto a la libre determinación de los pueblos. Nada significan para ella los derechos humanos cuya observancia tiene prelación absoluta, inclusive según la constitución que nos rige; nada la doctrina Roldós nacida en la Carta de Riobamba de 1980, consagrada universalmente en 1993; nada la “responsabilidad de proteger”, moderna expresión de solidaridad humana; nada la libre determinación del pueblo venezolano que eligió un parlamento que Maduro obstinadamente quiere destruir. La señora Espinosa ignora la condena de los países democráticos de América, la Unión Europea, Mercosur, el Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos y aún el silencioso papa Francisco a la espuria Asamblea Constituyente decretada por Maduro. Ese boicot a ejercer una presión hemisférica conjunta ha llevado a Trump a “no descartar” una inaceptable acción militar.
El Presidente Moreno -por fin- ha expresado preocupación por los presos políticos y el derramamiento de sangre en Venezuela, reconociendo la primacía de los derechos humanos. Esta actitud que, en parte, recoge la voz del pueblo ecuatoriano, debe transformarse en una política clara y firme para que la ejecute un Canciller que piense en los intereses del Ecuador y no en los de su “proyecto político”.