“A diario son los pesares, las ingratitudes, la esperanza. Lo importante es que los sueños sigan construyéndose, fortaleciéndose, aunque no se logren las cosas mayores”, dice Purita Pelayo, mujer trans, y una de las que puso el cuerpo hace 24 años para despenalizar la homosexualidad en Ecuador. Hasta 1997, el Código Penal sancionaba con entre cuatro y ocho años de cárcel “el homosexualismo”. Pero hartas y hartos de tanto maltrato, hubo quienes dieron la lucha por ser considerados sujetos de derechos. Casi tres décadas después, la violencia no cesa; aunque la ley -en el papel- proteja la existencia de transexuales, transgénero, travestis, lesbianas, gais, bisexuales, queer.
La tortura que persiguió a esa población está retratada en ‘Los fantasmas se cabrearon’, un libro objeto reeditado este 2021 por Severo Editorial y USFQ Press. Purita es la autora de las crónicas que reviven el camino hacia esa despenalización que se concretó el 27 de noviembre de 1997. La obra se presentó en Quito, y pude escuchar a su protagonista; y a dos de sus compañeras en la batalla, Nebraska Montenegro y Emily Fernanda López.
La noche del lanzamiento, Fernanda me contó lo que ha vivido desde hace 30 años, cuando con 14 años abandonó su casa en Chone (Manabí) por la violencia y empezó a prostituirse. Entonces viajó a Quito, estuvo detenida, en la cárcel fue víctima de golpizas y violaciones múltiples, vio morir a sus amigas. Migró a Europa y trabajó allá casi una década, con ese dinero mantuvo a su familia -esa que la rechazaba-. Volvió al país, dejó la prostitución y se dedicó a la peluquería. Este año se casó. Lidia con un sistema de salud que no reconoce sus necesidades específicas: los efectos de la hormonización temprana, los biopolímeros. Tuvo covid-19 y sobrevivió. Es -como Purita y Nebraska- una sobreviviente.
Paradójicamente, días antes del lanzamiento se viralizó la historia de Diabla y Érika, dos turistas trans que llegaron a Quito desde Cuenca y que, en un acto de discriminación, fueron desalojadas de la Basílica del Voto Nacional e impedidas de fotografiarse en el lugar. Bien lo dice Purita: “La despenalización fue abrir una ventana, un hueco, hacia el infierno causado por la propia sociedad. Fue un paso nada más”. Para ponerlo en números, los datos de la Asociación Silueta X indican que, en 2021, 13 personas LGBTIQ+ han sido asesinadas en el país, 9 eran trans; una de ellas, Hellen Maldonado, fue masacrada en la cárcel de varones de Guayaquil, el 13 de noviembre.
Vi a Fernanda en los videos de la toma de la Basílica, de la manifestación contra la discriminación el domingo 28 de noviembre. “Nos importa que el mundo lo sepa. Si nos llevan presas, que se sepa por qué nos llevaron. En los 90 fuimos encarceladas, violadas, maltratadas, por un Estado represivo y aún seguimos siendo personas reprimidas”, se la escucha gritar. Los fantasmas todavía se cabrean y las voces que gritan “¡trans, trans, trans!” no se han dejado de escuchar.