La Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y ex presidente de Chile Michelle Bachelet visitó Venezuela hace poco por invitación del gobierno de Nicolás Maduro, no habiendo aceptado reiteradas invitaciones de la oposición y de familiares y abogados de presos políticos. Ese hecho llevó a muchos, me incluyo, a dudar de la objetividad con la que la Alta Comisionada vería la situación de los derechos humanos en ese atribulado país.
Pero resultó grata la sorpresa cuando la Doctora Bachelet presentó su informe ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra hace pocos días: con encomiable frontalidad, acusa al régimen del dictador Maduro de torturas, asesinatos y ejecuciones extrajudiciales y declara que “la situación humanitaria en Venezuela se ha deteriorado de forma extraordinaria” y “las instituciones esenciales y el estado de derecho en Venezuela están profundamente erosionadas”.
La triste pregunta es si estas declaraciones de la Alta Comisionada harán alguna diferencia. Sin perjuicio de la honestidad de su evaluación, dijo también que “la única forma de salir de esta crisis es la unión, y pido al Gobierno de Venezuela que vea a la oposición y los defensores de derechos humanos como socios en la causa común de estos derechos y de la justicia”. Más evidencia, creo, de la falsa ilusión de que a Maduro y a sus esbirros les importa un comino la causa de los derechos humanos y de la justicia. A mi juicio, la honesta evaluación hecha por la Doctora Bachelet de la situación en Venezuela no hará mayor diferencia en el desenlace de la actual prolongada tragedia: el régimen corrupto y torturador permanecerá en el poder por algún tiempo más, como ha permanecido el cubano por medio siglo y permanecieron durante décadas los de la esfera soviética, hasta que la podredumbre y el desmoronamiento interno finalmente traigan su colapso.
Pero en lo que tal vez sí pueda hacer diferencia el informe de la Alta Comisionada es en la prevención de futuras atrocidades: el hecho que una dirigente política de franca izquierda, como es ella, reconozca que es falsa la afirmación de Maduro y sus secuaces de que toda la crisis venezolana se debe “al imperio” y a otros factores externos puede, tal vez, ayudar a introducir alguna dosis de objetividad en las mentes de aquellos que se inclinan hacia el pensamiento marxista-leninista, el estatismo y la oposición visceral y a priori al liberalismo económico y político.
La evidencia es clara de que las sociedades capitalistas son las que mayor bienestar humano han generado.
La honestidad de Michelle Bachelet invita a similar honestidad de parte de la izquierda política, para que acepte esa evidencia y se inscriba en la corriente realista del socialismo, que respeta la democracia, los derechos humanos y el mercado.