Con este título, Carlos Solines Coronel, hombre con trayectoria pública y privada limpias, legislador y catedrático, publica un libro en el que recorre la política, las formas y sistemas de gobierno, las doctrinas universales, la filosofía, pasando, sus reflexiones, por la necesidad de que los ciudadanos participen en política y robustezcan a los partidos políticos, sin los cuales no es posible el funcionamiento adecuado de la democracia.
Carlos Solines habla -escribe- para que los lectores aprecien con facilidad aspectos fundamentales que tienen que ver con el presente y el futuro de los ciudadanos. Analiza en su libro conceptos políticos básicos: estado, gobierno, nación, país; el contexto político nacional y mundial, la ciencia y la formación política, lo público y lo privado, la necesidad de cultura tributaria y la indispensable formación ética desde la juventud. Hace una interesante analogía entre la acción política y la construcción de un edificio: si los cimientos y la estructura son inestables, si hay errores de cálculo y deficiente mano de obra, todo sucumbirá al primer embate. Hay que construir un Estado democrático sólido, con objetivos claros, con cimientos adecuados, con lo que los politiqueros y los improvisados no tendrán cabida. Un Estado que cuente con personal capacitado y estable, con partidos políticos robustos y éticos que respeten la ideología que los inspira y que respondan ante el país por sus acciones y omisiones. Un gobierno que funcione como una orquesta sinfónica –dice Carlos Solines- que interprete a cabalidad la obra a ser ejecutada, con un director con aptitud de servicio, experiencia y formación ideológica, con capacidad de dirigir, coordinar y entusiasmar a colaboradores y ciudadanos. Un estadista a carta cabal.
Analiza las diferentes doctrinas políticas y recalca la necesidad del equilibrio indispensable entre la libertad política y la justicia social –pronunciándose por la democracia cristiana, en la que militó, y la social democracia- como las más adecuadas y efectivas.
Todas estas reflexiones, contrastables y discutibles unas e ilustrativas todas, ponen sobre el tapete el deterioro de la democracia y del ejercicio de la política, de la creciente intervención de demagogos y aventureros que triunfan porque los preparados, capaces y honrados prefieren la comodidad de su actividad privada a los riesgos de la exposición pública, lo que debilita a los partidos políticos, que con su deterioro debilitan a la democracia. Sin partidos políticos robustos, sin jóvenes que intervengan y los refresquen, este peligroso proceso lleva a los países a caer en la demagogia, el autoritarismo y la corrupción. Sin partidos políticos serios, bien estructurados, con ideología –que es la manera de concebir la vida y la sociedad-, con disciplina y financiamiento transparente, no hay democracia que funcione bien.