¿Eutanasia o no?: las dos caras del rescate animal

El problema de la sobrepoblación supera en muchos casos la capacidad de atención de los gobiernos Locales. Quito y Guayaquil han iniciado programas de atención luego de la aprobación de ordenanzas municipales (2011 y 2016). Foto: Galo Paguay / Narices Frí

El problema de la sobrepoblación supera en muchos casos la capacidad de atención de los gobiernos Locales. Quito y Guayaquil han iniciado programas de atención luego de la aprobación de ordenanzas municipales (2011 y 2016). Foto: Galo Paguay / Narices Frí

El problema de la sobrepoblación supera en muchos casos la capacidad de atención de los gobiernos Locales. Quito y Guayaquil han iniciado programas de atención luego de la aprobación de ordenanzas municipales (2011 y 2016). Foto: Galo Paguay / Narices Frías

En el mundo existen dos corrientes principales de protección y bienestar animal, reconoce Karina Pizco, coordinadora de Urbanimal. Una de ellas busca proteger y cuidar a los animales, incluso si esto significa sacrificarlos para evitar su sufrimiento. La otra considera a la eutanasia como último recurso e invierte grandes cantidades de dinero en rehabilitarlos completamente, a pesar de que finalmente mueran o no consigan un hogar.

En Estados Unidos, por ejemplo, es común que las perreras municipales se llenen. Estos animales permanecen ahí un tiempo determinado: entre dos y 15 días. Luego de este tiempo, si no son adoptados, son sacrificados. Para Urbanimal este no es el camino y es la razón por la cual su centro de operaciones no es un albergue para animales callejeros. “Es un centro de paso para los animales que llegan, se quedan de forma temporal y luego salen en adopción”, aclara.

El moquillo, el parvovirus y la tos de perrera son verdaderas pesadillas para los refugios. Un brote de moquillo por un animal que no pasó por cuarentena puede significar la caída de toda la manada. Por esta razón todos los animales deben superar un período de aislamiento y deben ser vacunados.

Siete de los nueve perros retirados de un centro que funcionaba como albergue para perros callejeros clausurado el pasado 14 de septiembre de 2017 en Calderón dieron positivo en las pruebas de moquillo. Foto: Facebook/ Agencia de Control Quito.

En Urbanimal se aplica un protocolo para el ingreso de los animales. Todos los nuevos perros que llegan son vacunados y son trasladados al área de cuarentena. Allí permanecen por dos o tres días. Aquellos que presentan síntomas de moquillo o parvovirus son sacrificados. Los que no presentan ningún síntoma pasan al área de adopciones.

En Protección Animal Ecuador (PAE) el funcionamiento es similar. Cuando llega un animal se realizan las pruebas de laboratorio que determinan si tiene alguna enfermedad infectocontagiosa. Si da positivo se analiza su situación. “Si el animal tiene casa y sus dueños pueden seguir el tratamiento se lo hace, si es un animal abandonado se lo sacrifica porque es muy difícil su recuperación en un refugio y se pone en riesgo al resto de animales”, aclara Gabriela Jacho, coordinadora de Bienestar Animal de esa fundación.

Otras organizaciones como Lucky, Fundación Camino a Casa o Acción Animal Ecuador trabajan de otra manera. Al recibir un animal con una enfermedad infectocontagiosa se realiza el tratamiento necesario. Se buscan hogares temporales para no arriesgar a los otros animales del albergue y solo se recurre a la eutanasia si los tratamientos no funcionan y los animales están bajo mucho sufrimiento.

Las divisiones entre ambas corrientes de pensamiento, así como rupturas dentro del mismo movimiento animalista, han generado una informalidad que pesa en los animales, opina el rescatista Cristian Aslalema. “Afecta la posibilidad de que estos animales lleguen a hogares responsables” por la falta de protocolos y procedimientos técnicos necesarios.

El recientemente aprobado Código Orgánico del Ambiente señala a los Gobiernos Autónomos Descentralizados como los encargados de generar normas que regulen la tenencia responsable de animales de compañía, así como el manejo de la fauna urbana (Art. 144).

El problema de la sobrepoblación supera en muchos casos la capacidad de atención de los gobiernos locales. Quito y Guayaquil han iniciado programas de atención luego de la aprobación de ordenanzas municipales (2011 y 2016). Otras ciudades más pequeñas como Piñas también se han sumado con iniciativas propias.

Pero para los rescatistas el trabajo de las autoridades debe ir más allá de sancionar y controlar. Esto último resulta insuficiente si no se trabaja desde el inicio en capacitación, comenta Aslalema. Para él, el camino está en mejorar los procedimientos y el trabajo interinstitucional para dejar atrás la informalidad y que los beneficiados sean los animales.