Color y brillo, pero no fue lo mismo. Sin público en las gradas, la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos Tokio 2020 fue fastuosa e imponente, pero sin el color y la alegría que en las gradas se vivía en este tipo de eventos.
El nuevo estadio Olímpico de Tokio, construido sobre la base del anterior -que acogió los Olímpicos de 1964– es majestuoso. Tras conocerse que estos Juegos se disputarían sin personas en los graderíos, se pintaron los asientos de diferente color, para que el gigantesco escenario no se viera tan vacío; pero la noche de este viernes 23 de julio, sin público.
En las ceremonias de apertura, por lo general, se invitaba a la gente que llegara una hora antes para ensayar coreografías. Interactuar con el público era una constante, pero esta vez, no fue posible.
Apenas 1 000 invitados especiales estuvieron presentes, y gran parte de los 5 000 periodistas acreditados fueron los espectadores de la ceremonia, que marcó la apertura de los Olímpicos bajo la sombra del covid-19.
Tras el ingreso de la Bandera de Japón, se dio paso a coreografías musicales, con tradiciones y leyendas locales. Luego llegó el desfile de las delegaciones. El protocolo pidió solo la presencia de 10 atletas por delegación, pero hubo quienes duplicaron esa cifra como Argentina.
Ecuador también desfiló con una delegación que superó la decena. El boxeador Julio César Castillo y la pesista Alexandra Escobar, los abanderados del equipo olímpico tricolor, encabezaron el paso de los seleccionados.
Algunos como el judoca Lenín Preciado y el microtenista Alberto Miño, que compiten la mañana del sábado 24 de julio -en Japón- no participaron de la ceremonia. Tampoco lo hicieron los ciclistas Richard Carapaz y Jhonatán Narváez, que también participan el sábado, en una ciudad cercana a Tokio.
Así comienza la fiesta deportiva más importante del mundo con la presencia de 16 000 deportistas de 205 países.