Felicito a diario EL COMERCIO del 16 de febrero corriente por los reportajes “Azuay. Agua y vegetación, bajo cuidado en la parroquia cuencana Octavio Cordero Palacios”, escrito por Lineida Castillo, y “Corea del Sur, de ola a tsunami cultural”, redactado por Gabriel Flores.
El primero, porque muestra cómo se puede conservar la naturaleza cuando los vecinos del lugar tienen amor a la vida, se juntan, estimulan, cuidan lo amado y cosechan los frutos que el amor patrio siempre produce con generosidad. Me gustó también por una razón sentimental. Octavio Cordero Palacios es mi abuelo materno, nació allí. La hoy parroquia se llamaba Santa Rosa. Octavio inventó en 1902 un aparato para traducir idiomas, que no fue ni patentado ni industrializado por falta de apoyo empresarial y estatal. Escribió un libro sobre el Quichua y el Cañari, como historiador señaló que la fecha de la independencia de Cuenca fue el 3 de noviembre de 1821, como ingeniero inspector del ferrocarril Sibambe – El Tambo corrigió el trazado de los ingenieros norteamericanos y acortó la vía en 12 kilómetros. Le dieron por esto unos 140 mil sucres que los entregó al Fisco.
El segundo, por lo preciosamente escrito.