Esta será la campaña presidencial de balotaje que inaugure dos hitos importantes en la historia democrática del país. Por un lado, el debate obligatorio, cuyo resultado tiene matices entre lo fatuo y lo provechoso. Por otro, una inédita campaña por el voto nulo que inició Pachakutik.
El debate nos debe hacer recordar que los políticos confían más en el marketing que en sus propias capacidades para mostrar sus axiomas programáticos. De ahí se derivan dos consecuencias claras. Uno: se resistían a asistir a estos foros con sus contendientes y no iban. Dos: ahora que son obligatorios, recurren a un guion en el que la confrontación mata la exposición de ideas.
Hay quienes dicen que lo bueno es que esta primera experiencia en materia de debates obligatorios organizados por el ente electoral hará que en futuras elecciones se mejoren el formato, los contenidos y las opciones para mantener informados a los electores. Entre ellos estaba yo, hasta el momento de escribir estas líneas y reflexionar.
Este mismo instante ya no soy tan optimista. Seguramente, ya que todo se define por ley, se fraguarán reformas antes del 2025, para limitar el alcance de los debates, por lo que una demanda legítima, como la presentada por Andrea Bernal, de que el periodista moderador pueda plantear preguntas, simplemente quedarán en plano de la ficción o de una probable realidad en el multiverso. Está muy claro esto, porque los candidatos son adictos al marketing político.
El otro hito es el del llamado al voto nulo. Un voto nulo es aquel en el que el ciudadano deja clara constancia de que no opta por ninguna de las candidaturas presentadas en una papeleta electoral. Este Diario, la semana pasada hizo una arqueología, por llamarlo de alguna de alguna forma, para determinar cuáles son los alcances del voto nulo en el proceso eleccionario de balotaje 2021.
En primera instancia hay que desterrar la idea de que promocionar el voto nulo es algo prohibido. Esto fue uno de los pilares de la Ley de Partidos con la que se volvió a la democracia en 1979. El otro pilar era el de la obligatoriedad del sufragio. Estos dos principios garantizaban el sistema ideado para que las fuerzas políticas más representativas pudiesen gobernar con legitimidad.
Si bien estaba prohibido, no estaba definida una sanción, por lo que muchos se abstenían de hacerlo porque ese vacío legal podía significar discrecionalidad en la aplicación de las penas. Sin embargo, la norma vigente desde el 2009 dice que, si el voto nulo supera al total de los votos válidos, las elecciones se deben repetir. Para los analistas, ahí se reconoce al voto nulo como una opción.
De ahí que el manual para anular el voto, difundido el lunes por Pachakutik, es válido en términos jurídicos. En términos prácticos es cuestionable. En este balotaje el país se ha dibujado en su anhelo de decantarse por uno de dos modelos político-económicos divergentes. Así, el que vota nulo simplemente deja a otros que elijan su propio futuro.
Es legal, incluida su promoción. Sí. Pero los efectos prácticos y éticos del voto nulo son insospechados.