En plena transición no pasa desapercibida la idea de que muchas de las reformas legales o las leyes aprobadas en bloque, sin el menor debate, deberían ser revisadas o, incluso, obviadas.
Ejemplos hay muchos. El más flagrante es el que se vive en estos días de nominaciones para las candidaturas para las elecciones seccionales. Los candidatos deben ser elegidos en elecciones primarias.
Aun así, hasta ahora ninguna organización política ha realizado ese paso exigido en el Código de la Democracia, que establece en el artículo 94 los candidatos “deberán ser seleccionados mediante elecciones primarias o procesos democráticos electorales internos, que garanticen la participación igualitaria entre hombres y mujeres”.
En el artículo 348 se explica las tres formas de lograr la candidatura: con primarias abiertas, en las que podrían participar cualquier ciudadano; las primarias cerradas, exclusivas para los miembros del partido o movimiento; y elecciones representativas a través de órganos internos conforme lo disponga el estatuto o el régimen orgánico.
Está por demás decir, que la menos afamada de estas tres formas es la de primarias cerradas. En este termómetro de popularidad de métodos de elección de candidatos, en la mitad quedan las primarias cerradas. Y finalmente la más requerida es la tercera vía que, por lo general, es una asamblea en la que se unge al elegido al calor de las manos levantadas y de las consignas electorales recicladas de las anteriores campañas.
Sin embargo, es un caso rarísimo el de la democracia ecuatoriana. El líder elige a los candidatos, los promociona en tarimas, en entrevistas y en redes sociales y, solo luego, unos días antes de que finalicen las inscripciones de candidaturas en el Consejo Nacional Electoral, realizará la asamblea y los brazos levantados, a manera de voto, le darán la razón al líder que, con intuición sin parangón, sabía que su decisión era la misma que habría tomado cada uno de los miembros de su organización política. Por eso son los líderes.