Realmente, ha sido importante que muchos alcaldes y prefectos no hayan dejado solos a sus poblaciones en esta grave crisis sanitaria.
Más que involucrarse se han convertido en articuladores de varias acciones necesarias para impedir que el virus contagie a su gente y para empujar al sector productivo, sobre todo de los pequeños y medianos agricultores; que siga activo y que los campesinos puedan vender sus productos.
Ejemplos hay muchos: en Imbabura, Carchi, Pichincha, Tungurahua, Cotopaxi, Santo Domingo, Azuay, Manabí y esta lista se alarga, porque hay más en esta tarea.
En Quito, Ibarra, Otavalo, Ambato, Latacunga, Riobamba, Cuenca, Santo Domingo y otras ciudades se controla el ingreso a los mercados, para evitar el contagio masivo, debido a la aglomeración de las personas. También, intervienen activamente en la vigilancia de la circulación vehicular en las ciudades, que está restringida por el número de placa, y el toque de queda.
Hace casi 10 días, los municipios de Quito y Santo Domingo empezaron a obligar a los ciudadanos a usar mascarillas en los espacios públicos. Más tarde, otros ayuntamientos siguieron en la misma línea.
Y las acciones han seguido en otras áreas, como la adecuación de sitios para los contagiados y para el personal médico; entrega de insumos médicos, fumigación y desinfección, repartición de alimentos a las personas que no tienen recursos y otras actividades.
En la Semana Santa, el Alcalde de Pimampiro convocó a los agricultores para vender los productos de la fanesca. Ellos acudieron y así pudieron entregar los granos y otros ingredientes a cerca de 400 consumidores. Hay otros ejemplos en Tungurahua o Azuay, donde los municipios y prefecturas apoyan a los campesinos en la venta de los productos.
No todo está perfecto, ya que aún hay varios problemas por solucionar, falta lograr que la gente respete las prohibiciones.
Pero, al final, todos han sumado y han conseguido contener un poco a este peligroso virus.