La madre de familia dice que no avisan a nadie que tienen síntomas de covid-19 para evitar ser desalojados de la vivienda. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Florencia P. (nombre protegido) vive momentos de desesperación junto a su esposo y tres hijos, de 10, 7 y 1 año. Desde que explotó la pandemia del covid-19 en Quito no tienen trabajo y ahora sobreviven de las ayudas que les proporcionan sus vecinos. A esto se suma que a su marido le diagnosticaron coronavirus el pasado domingo.
A continuación su testimonio:
“A mi esposo lo contrataron para laborar en una bodega de alimentos en Quito. En la casa estábamos felices porque, al fin, él iba a trabajar luego de permanecer varios meses desempleado. Sin embargo, todo cambió cuando le entregaron los resultados de las pruebas de covid-19 y resultó positivo. Anhelamos que se recupere y que lo más pronto posible se incorpore a su empleo, que no lo pierda por esa enfermedad.
El problema es que no tenemos dinero para el tratamiento, tampoco para las pruebas. Mi marido tiene una fuerte tos seca, a mí me duele el cuerpo y he perdido el sentido del gusto. Mis niños tienen malestar en la nariz y la garganta.
Rogamos para que nos realicen exámenes de diagnóstico, pero nadie nos ayuda. Acudimos al centro de salud del Condado y nadie nos brinda una solución. Nuestra situación es crítica, no tenemos para comer. Sobrevivimos de las ayudas de nuestros vecinos. Con suerte nos alimentamos una vez al día y mis chicos sufren; ayer comimos arroz con huevo y con eso aguantamos todo el día.
Tenemos miedo, no avisamos a nadie lo que vivimos porque los dueños de casa nos pueden pedir que nos vayamos del departamento y no tenemos un lugar para vivir. Nuestras familias son pobres, residen en otras provincias y tampoco tienen recursos económicos.
Yo trabajaba como mesera en un restaurante, pero me quedé desempleada cuando comenzó la emergencia sanitaria. Debemos varios meses de arriendo. En verdad nuestra situación es muy difícil.
Por eso solicitamos ayuda a las autoridades, sólo pedimos que nos realicen las pruebas. El costo de estas es muy alto para nosotros, vivimos una situación económica complicada.
Una vez vino personal del Ministerio de Salud, pero mi esposo no se encontraba en casa y no le hicieron los exámenes. Yo creo que mi marido se contagió cuando compraba en la tienda del barrio. Es triste porque él nunca salía de la casa y ahora vivimos momentos de angustia”.