Francisco Panchi realiza la poda de un ciprés en el parque La Carolina. Cerca de dos horas duró la intervención. Foto: Alfredo Lagla / El Comercio
La rama de un ciprés del parque La Carolina (en el norte de Quito) cayó sobre un sendero, cerca de la av. De los Shyris. El sonido producido fue seco, contundente. Solo cuando la nube de polvo y aserrín se disipó, dejó al descubierto a cinco curiosos que vieron, de lejos, la escena: seis hombres con motosierras trozaron las ramas caídas.
No se trató de un atentado contra la naturaleza, sino de trabajos que realizó una división de la Unidad de Espacio Público, dedicada a la poda de árboles en el Distrito Metropolitano de Quito.
El ciprés, de 50 años de edad, tenía ramas caídas, desgarradas, moribundas o con mucho peso que debían ser cortadas. También se retiraron tocones (pedazos que se rompieron, pero que quedaron suspendidos en otras ramas).
Los árboles urbanos necesitan mantenimiento y, en algunos casos, hasta deben ser talados, debido a que su caída produce daños a personas, vehículos y estructuras.
Los voceros de la Secretaría de Ambiente comentaron que están identificados 50 ejemplares en el Distrito que pueden ser peligrosos. Se hará la valoración para podarlos o talarlos, la mayoría están en los parques La Carolina, Equinoccial, Inglés, El Ejido. Sitios con alto tránsito de peatones.
Jorge Polo, coordinador de arbolado urbano de la Secretaría de Ambiente, dijo que los árboles pueden comunicarse con las personas. Hay síntomas que expresan que algo anda mal.
Polo resaltó que no se debe tener miedo a los árboles (en los últimos 10 años no ha habido personas muertas por esta causa) e instó a prestar atención a los síntomas. Pidió no iniciar con talas furtivas, sino a convivir con estos seres.
Las afectaciones a las raíces por obras civiles y hongos también generan inestabilidad en los árboles que pueden caer debido a los fuertes vientos. En junio se registraron ráfagas de hasta 45 kilómetros por hora. Esto provocó 75 emergencias, la mayoría por volcamiento de cipreses, acacias, pinos, eucaliptos y buganvillas. En solo dos días (27 y 28 de junio) hubo 20 árboles caídos, según datos del Centro de Operaciones de Emergencia (COE).
Sofía Paredes, directora de áreas naturales de la Unidad de Espacio Público, señaló que un árbol grande no necesariamente es peligroso. Mencionó que se debe prestar atención al blanco o diana, que es la zona de afectación en caso de volcamiento o rotura de ramas.
Este blanco está relacionado con la inclinación y puede ser más peligroso si el árbol está en lugares transitados o estacionamientos, tal como ocurrió en el parque La Carolina, hace tres semanas. Un eucalipto de 30 metros cayó sobre uno de los parqueaderos, sin dejar víctimas. En la República de El Salvador e Irlanda un árbol del parterre cayó sobre un taxi y destruyó el parabrisas.
Paredes comentó que en la ciudad se plantaron, durante décadas, especies sin parámetros técnicos y que ahora causan complicaciones. Recién en el 2010 se empezó a tener un control de qué sembrar y en dónde. Por ejemplo, ya no se producen eucaliptos y acacias porque pueden representar un peligro en espacio urbano.
Ruth Elena Ruiz, directora de Patrimonio Natural de la Secretaría de Ambiente, añadió que en la actualidad se privilegian especies nativas apropiadas para Quito. Arrayanes, arupos, cholanes, chalanes, están dentro de la lista.
Paredes dijo que desde los viveros cambiaron el trabajo para fortalecer las raíces. También se tecnificó la poda.
Las personas que tengan árboles en sus predios deben hacer una revisión y el mantenimiento. Si es posible, se debe contratar un profesional ya que los vientos continuarán. Según Marcos Coronel, técnico del Inamhi, se esperan ráfagas que sobrepasen los 45 kilómetros por hora en agosto.
En caso de que usted crea que un árbol, en espacio público, esté en mal estado o represente peligro, puede pedir una inspección en la administración zonal más cercana.