Aunque nació en Guayaquil, tiene ‘carta de naturalización’ conferida por el Municipio capitalino, pues vive en Quito desde los 6 años. Por eso, Luis Ulloa disfrutó en su época escolar y colegial de los auténticos veranos (como llaman los quiteños a la época seca de la ciudad).
Las vacaciones han cambiado. ¿Cuánto duraban en su tiempo?
Salíamos (de clases) en julio. Y las vacaciones eran agosto y septiembre. Regresábamos a estudiar en octubre. Siempre era el 1 de octubre; por alguna excepción se entraba 2 o 3 (de octubre). Pero lo normal era entrar religiosamente el 1 de octubre.
¿Y cómo era el clima en aquellas épocas?
En mi niñez, las vacaciones eran ansiadas porque gozábamos de un verdadero verano (época seca). El verano era marcado, pero lamentablemente en la actualidad ya no se sabe si estamos o no en él, mire lo que pasó ayer (2 de agosto): hasta las 12:00, un clima hermoso en el sector (El Calzado), pero entre las 13:30 y 14:00 cayó una terrible granizada que asustó a todo el sur de Quito.
¿Nunca llovía en verano?
Comentaba con mi familia (el día de la granizada), que nosotros no sabíamos lo que era aguacero en verano. Quizás una llovizna, pero no aguaceros. Realmente el clima ha cambiado totalmente en el mundo.
¿A qué atribuye los actuales cambios del clima?
Me parece que es el desastre natural que hay en el mundo: la tala de árboles, la explotación de espacios mineros, la contaminación de ríos y de la atmósfera también.
En su niñez, Quito habrá tenido muchos bosques…
En esa época era una satisfacción subir al (cerro) Ungüí, a Cruz Loma, al Pichincha. Había excursiones hermosas. Gozábamos del bosque, de la naturaleza. Pero ahora no se ve; si observa hacia el lado occidental, se ven grandes urbanizaciones. Lo que se ha hecho es talar tanto bosque que ya no tenemos defensas naturales; por eso ocurren los aludes.
Además de las excursiones, ¿qué otras cosas hacían durante las vacaciones?
Teníamos en la escuela esos cursitos vacacionales, con la ayuda de los padres de familia. Las actividades que teníamos eran dibujar, aprender a jugar ajedrez o damas, juegos tradicionales como el trompo y el zumbambico; aprender a construir cometas, que era lo más importante.
Para eso íbamos a recoger carrizos en la zona de La Chorrera, allá por el barrio La Libertad, y rompíamos las telas de la casa para hacer la cola de las cometas. Nos enseñaban a nosotros mismos a elaborar las cometas y sentíamos gran satisfacción; eso ya no se ve en la juventud, se ha perdido.
¿Dónde volaban las cometas?
Nosotros subíamos al Panecillo. También íbamos a Chillogallo, que era una planada hermosa, en donde no había tanta urbanización como hoy. O íbamos a El Tingo. El paseo del niño pobre en el verano era ir a El Tingo, a Chillogallo o al Panecillo.
¿Qué juegos disfrutaban en el barrio con los amigos y las vecinas también?
Claro, ellas jugaban a la rayuela; nosotros al sin que te roce, los trompos, los botones, las bolas.
Hoy existe mucha inseguridad. ¿Cómo se podrían recuperar esos juegos tradicionales?
Tiene que intervenir el Municipio. Tiene espacios como las Casas Somos, que debe abrir, crear brigadas y tratar de relacionarse con la gente, con las directivas barriales, que tienen las casas barriales, sitios específicos para poder recibir a los niños. Y comenzar a dar cursos, incluso dar capacitación, de arte. Y además de que se les enseñe, volver a insertar los juegos tradicionales.
Hoy los niños nacen con el celular en la mano. ¿No es difícil cambiarles el chip?
Ese problema puede romperse desde el mismo hogar. La misma madre, el mismo padre de familia tienen que inducirle al niño a que se ocupe en cosas útiles, prácticas. Pero si la mamá, para que el niño no la moleste, le da ella misma el teléfono, es un problema. No les dicen “toma el balón y juega”. Entonces, de las familias mismas nace la distorsión.
¿Aplica eso con su familia?
Tengo mis nietitos. Ellos mismos salen al parque, que está cerca, hacen deporte. Cuando les veo con el teléfono les dejo un momento, pero no demasiado. Hay que tener control.
¿Se debe anular la tecnología?
Es difícil, porque la tecnología está bien avanzada. Desgraciadamente la tecnología no vino a favorecer a la niñez y juventud sino simplemente es un instrumento, para mí, dañino.
Hoja de vida
Luis Ulloa vivió desde los 6 años en el barrio de San Roque, en el Centro Histórico. Estudió en la Escuela Chile y en la Universidad Central, de donde egresó de Derecho.
Trabajó por 32 años en la Prefectura de Pichincha y ocupó varios cargos. Desde hace 15 años vive en el sector El Calzado (sur); ha sido dirigente barrial en esa zona.