El martes 24 de septiembre de 2024, Guápulo, una parroquia situada en el nororiente de Quito, fue escenario de un devastador incendio forestal que arrasó con todo a su paso. En medio de esta tragedia, Jazmín Trujillo luchó incansablemente para proteger su hogar y a su familia.
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El fuego se acercó tanto a la vivienda que la familia no sabía qué hacer. La noticia llegó a Trujillo por una llamada de sus hijos: las llamas rodeaban su casa, ubicada en la avenida Conquistadores. Al llegar, se encontró con una escena desoladora. Aunque la vegetación a su alrededor se consumía con el fuego, su vivienda permaneció milagrosamente intacta.
La decisión de salvar su casa a pesar del incendio en Guápulo
Con los bomberos concentrados en otras áreas y la avenida Simón Bolívar colapsada, Trujillo tomó una decisión inamovible: no abandonaría su casa sin pelear. Mientras sus hijos y sus padres evacuaban, ella agarró mangueras y baldes para proteger lo que tanto esfuerzo le había costado construir.
“Fue una lucha cuerpo a cuerpo”, recuerda Trujillo. Cuando los bomberos finalmente llegaron, Trujillo y sus vecinos ya se habían unido para combatir el fuego con lo que tenían a mano.
Contra todo pronóstico, lograron salvar su casa. Tras observar el milagro, uno de los bomberos le dijo: “Su casa está bendecida”. Y no era para menos: mientras otras propiedades se destruyeron en el fuego, la suya resistió sin tener un solo daño.
Sin embargo, más abajo, una bodega fue devorada por las llamas, y algunas personas mayores fueron rescatadas.
La fuerza de la comunidad
Guápulo demostró ser una comunidad resiliente en medio del caos. Cecilia Galarza, otra vecina del sector, destacó el papel crucial de los jóvenes para controlar el incendio. “Sin ellos, todo habría sido peor”.
Con mangueras y baldes en mano, los vecinos trabajaron codo a codo con los bomberos. A pesar del denso humo que dificultaba la respiración, nadie se rindió.
“Los bomberos hicieron su trabajo, pero nosotros también. El fuego estaba demasiado cerca”, comenta Galarza, mientras observa lo que queda de la quebrada. Lo que antes era un exuberante paisaje verde, ahora es una extensión gris y devastada.
Un futuro en Guápulo
Dos días después del incendio, el 26 de septiembre de 2024, Guápulo seguía mostrando las cicatrices del desastre. Jazmín Trujillo, mientras inspeccionaba los alrededores de su casa, sentía alivio por haber salvado su hogar. Sin embargo, no podía evitar reflexionar sobre lo vulnerable que es la vida frente a este tipo de catástrofes.
Pese a la devastación, los habitantes de Guápulo no tienen intención de abandonar el lugar que ha sido su hogar durante generaciones. Para muchos, como Cecilia Galarza, esta experiencia reforzó los lazos comunitarios. “Nos salvamos unos a otros”, dice con orgullo.
El incendio en Guápulo dejó cicatrices profundas en la tierra y en las personas, pero también reveló el poder de una comunidad unida, decidida a luchar y a sobrevivir, incluso en las situaciones más extremas.