El barrio Bolaños, ubicado junto al túnel Guayasamín en Quito, fue testigo de una tragedia que cambió la vida de varias familias el 26 de septiembre de 2024.
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El incendio forestal que se desató en Guápulo arrasó con tres casas y dejó tras de sí no solo cenizas, sino también sueños destrozados.
La familia Usama: Un hogar perdido
Maribel Usama, una vecina de toda la vida, relata la historia de su hermana, María Teresa, quien lo perdió todo.
“No quedó nada. Las llamas devoraron su casa y lo que más duele es que también se quemaron las herramientas de trabajo de nuestro padre”, cuenta Maribel.
Su padre, un carpintero de avanzada edad, había guardado en una bodega junto a esa casa todas sus herramientas, las mismas que lo ayudaron a sostener a su familia durante años. Ahora, con el taller reducido a cenizas, su futuro parece incierto.
Aquel 26 de septiembre, mientras las autoridades aseguraban la zona y demolían lo que quedaba de la casa, el dolor de la familia Usama se hacía palpable.
El fuego no solo destruyó el inmueble; también calcinó las esperanzas de una vida mejor. María Teresa no ha logrado recuperarse del golpe emocional. Según su hermana, “está destrozada”.
Una tragedia en comunidad
El incendio fue descrito por Maribel como algo salido de una película. “El fuego estaba en nuestra casa y el humo cubría todo. Era imposible respirar bien”, recuerda.
Cuando los bomberos finalmente llegaron, la situación era crítica. El hidrante más cercano estaba seco, y no había forma de combatir las llamas con efectividad. Pero la familia Usama no se quedó de brazos cruzados.
Con una valentía digna de admirar, los hermanos de Maribel subieron a los techos de las casas y, con baldes de agua en mano, lucharon contra el fuego.
No pudieron salvar su hogar, pero sí evitaron que las llamas consumieran más viviendas en el terreno. “Fue lo único que podíamos hacer”, comenta.
El incendio también acabó con los animales que la familia criaba: conejos, pavos y gallinas. Las mascotas de la familia no lograron escapar de la furia del fuego, sumando otra pérdida emocional a un día ya trágico.
Más afectados
María Simbaña, una mujer de la tercera edad cuya casa, ubicada a escasos metros del túnel Guayasamín, se salvó de milagro… Las llamas quemaron el terreno que rodeaba su propiedad e incluso destruyeron parte de la ropa que tenía colgada en el exterior.
“Gracias a mis hijos, que mojaron la vegetación con baldes de agua, logramos evitar que el fuego llegara a la casa”, relata Simbaña, quien acababa de ser operada y no podía moverse con rapidez.
Para ella, lo ocurrido es difícil de olvidar. “Eran momentos de terror. Todo era humo y fuego. Mis hijos sacaron los tanques de gas rápidamente, por miedo a una explosión”.
La mujer comentó que más abajo había dos casas que fueron afectadas por el incendio forestal, pero que sus dueños ya no están porque fueron reubicados por sus familiares.
Un barrio que no quiere desaparecer
Aunque las pérdidas materiales y emocionales son grandes, los habitantes del barrio Bolaños se resisten a la reubicación.
La mayoría de las familias que viven en la zona llevan años ahí y no quieren dejar atrás su historia.
Nancy Santillán, moradora del sector, pide más atención a las autoridades y que les den transporte público.
María Simbaña, por su parte, comentó que no tiene a dónde más ir. Su casa, a pesar de estar cerca del fuego, sigue en pie.
Aún no se ha hablado de reubicación, y ella tampoco quiere marcharse. Como muchos en Bolaños, siente que este es su hogar, un lugar que, a pesar del peligro, no están dispuestos a abandonar.