El Guagua Quinde de La Mariscal atiende hasta las 03:00 para que los padres no lleven a trabajar a sus hijos. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO
Margiory, de ocho años, ya no vende chicles en La Mariscal. Fernando, de nueve años, dejó atrás las ventas de caramelos en ese sector, al igual que David, su hermano mayor. Para ellos, la Navidad era una época de intenso trabajo. Hoy, acuden al centro Guagua Quinde del Municipio, que trabaja en La Mariscal, y están con sus amigos en un ambiente protegido, donde reciben guía de una psicóloga y trabajadoras sociales.
Los Guagua Quinde dan protección a niños cuyos padres tienen que trabajar en las calles del Distrito. En diciembre, el trabajo infantil aumenta en un 30% en Quito, por lo que las autoridades locales y nacionales intensifican programas para conseguir una Navidad sin niños que trabajen o mendiguen en las calles.
No hay una cifra actualizada de niños que trabajan en las calles. Sin embargo, en una encuesta del INEC del 2012, en Pichincha, el 5,25% de 670 000 niños de hasta 15 años se dedicaba a las ventas informales, al lustrado de zapatos, a cargar en los mercados, etc.
Según el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), trabajar en las calles implica riesgo de sufrir abuso, explotación sexual, violencia, involucramiento en pandillas, drogas y otros problemas. El Ministerio lleva a cabo la campaña Da Dignidad que buscar la erradicación progresiva de la mendicidad y el trabajo infantil.
El MIES ha suscrito 11 convenios en Quito para atacar el problema y el 2016 se ha atendido a 3 035 niños adolescentes en esa condición. El Ministerio ha identificado cuáles son los sectores de Quito de donde salen los niños que trabajan en las calles (ver mapa) y se organizaron talleres por Navidad para capacitarlos y concienciarlos sobre el problema.
Ante esto, el Patronato Municipal San José implementó el programa Guagua Quinde. María Fernanda Pacheco, presidenta de la entidad, explica que se realizó un estudio y se identificaron las zonas con este problema: La Mariscal, el Centro Histórico y los mercados más grandes de la ciudad.
En La Mariscal se evaluaron 233 casos de familias con niños trabajadores. La información respaldó la importancia de la labor que realiza allí el Guagua Quinde de la zona. Los jueves, viernes y sábados, los pequeños de 6 meses a 10 años permanecen allí hasta las 03:00. Entrada la noche, reciben una cena, se cambian y descansan, lejos de la inseguridad y del frío que a esa hora comienzan a germinar en La Mariscal.
Los niños que asisten al centro tienen una cama caliente donde descansar. Antes de asistir al centro, acompañaban a los adultos en las jornadas laborales: pequeños de dos o tres años ayudaban a sus padres a cargar sus productos y a vender. A esa edad empieza la cadena de trabajo infantil. De allí la importancia de romperla. El estudio reveló que el 47% de los niños que trabajan en la zona tienen menos de tres años.
El 52% de los niños que trabajan en La Mariscal viene de Cotopaxi, Tungurahua o Chimborazo. Pacheco explica que esos datos los llevaron a trabajar de manera coordinada con alcaldías de 11 ciudades de la Sierra como Colta, Saquisilí, Ambato, Riobamba y Latacunga. Este año, junto con la Secretaría de Inclusión Social se firmó un acuerdo para diseñar una estrategia que evite que los padres saquen a los niños de sus comunidades o que sean engañados por mafias que se dedican a la explotación infantil.
Actualmente, el Municipio cuenta con cinco centros especializados en erradicar progresivamente el trabajo infantil: El Hogar de Paz, ubicado en el Tejar, tres Guagua Quindes, dos de ellos ubicados en los mercados de San Roque, Chiriyacu y otro en La Mariscal, y la Casa de la Niñez, ubicada en la 24 de Mayo. En enero se abrirá un nuevo centro en La Mariscal.
Los centros acogen a 718 niños niñas y adolescentes, todos en situación de trabajo y mendicidad. Pacheco asegura que el trabajo que se ha hecho en los mercados ha sido intenso. Se ha sensibilizado a más de 1 500 personas sobre el riesgo del trabajo infantil. Además, se los capacita y se les da a conocer la Ordenanza 241 que no solo prohíbe el usar a menores de 15 años en cualquier actividad lucrativa, sino también que los niños acompañen a un adulto en esas actividades.
Los resultados de los programas ya son visibles: el 15% de los casos atendidos han dejado de trabajar y se han mantenido así por al menos un año. Uno de ellos es Wili, de 12 años, quien padece discapacidad visual. Él dejó las calles gracias a los programas del Patronato. Vendía periódicos junto a su madre en las calles, y hoy estudia y practica fútbol.
La ciudadana tiene un rol importante: no debe regalar monedas ni comprar a niños que venden productos o servicios en las calles. Si quieren ayudar, insiste Pacheco, pueden hacer voluntariado o donaciones directamente en el Patronato.
Berenice Cárdenas, consultora de Unicef, asegura que los intentos de las autoridades por frenar el trabajo infantil han sido acertados. En el 2001, uno de cada 10 niños trabajaba a escala nacional. En el 2013, esas cifras bajaron a la cuarta parte. Cárdenas asegura que los niños trabajan básicamente para ayudar a sus padres en la economía, pero que los estudios revelan que un niño puede llevar al mes, en promedio, USD 10. El trabajo infantil es mayor en los grupos indígenas, asegura.
Para la experta, se debe profundizar en la educación y reforzar la inspección laboral por parte de las autoridades de control para que se confirme si se cumple la normativa.