Redacción Ibarra
La humareda alertó a los vecinos del centro de Otavalo. “Creí que estaban quemando basura. Y estaba convencido de eso hasta que vino mi hermano y me dijo que la fábrica Pinto estaba ardiendo”, recuerda María Antonia Maldonado, una comerciante.
Desde las 11:00 del domingo último, el fuego destruyó la vieja edificación, ubicada en el ingreso sur de Otavalo. Maldonado recuerda que los bomberos llegaron pronto y luego un grupo de trabajadores de la empresa, que se unió para combatir al fuego.
Sobre el informe
Técnicos de Bomberos, de la Policía y de la Empresa Eléctrica inspeccionarán la zona del incendio, para establecer las posibles causas. No se descarta un cortocircuito.
El origen de la fábrica Pinto se remonta a 1911. En 1932 se hizo industria. En 1950 se añadieron las secciones de tejeduría y confección. Así empezó la fabricación de ropa interior de algodón, una actividad que le ha valido un reconocimiento nacional.
Se espera que hoy, los bomberos presenten el informe del incendio. En la tarde de ayer, los socorristas barajaban varias hipótesis sobre el siniestro.
25 socorristas y 70 empleados lucharon contra las llamas, por más de dos horas. También ayudaron a sacar de las bodegas pacas de algodón y rollos de telas, que estaban guardadas.
Ayer, en las oficinas Pinto, en las calles Bolívar y Colón, junto al Hotel Indio Inn, los funcionarios no quisieron informar sobre las pérdidas. Solo confirmaron que el sitio incendiado era utilizado como bodega de materia prima.
Luisa Villalva, jefa del Cuerpo de Bomberos de Otavalo, aseguró ayer que el inmueble incendiado no tenía el permiso requerido para funcionar como bodega. “Según los dueños, servía como un lugar para almacenar repuestos dañados de las máquinas”.
El Cuerpo de Bomberos inspecciona cada año los establecimientos que deben obtener el permiso de funcionamiento. Además, los locales en donde se almacena material inflamable. “Los dueños de Pinto no solicitaron la inspección”, añadió Villalva.
El siniestro del domingo evidenció dos problemas que aquejan a la ciudad. El primero, en Otavalo hay escasez de hidrantes en la zona céntrica, lugar donde se concentran las actividades comercial y textil. El segundo, es la falta de extintores en los locales.
De acuerdo con el último catastro levantado por el Cuerpo de Bomberos, en la urbe hay 58 almacenes de tejido y ropa, en donde se guarda mercadería inflamable. También hay ocho bodegas de varios productos y 13 fábricas de tejidos.
Marco Torres, director de Planificación del Municipio, asegura que cuando se aprueban los planos de las nuevas construcciones piden que las bodegas tengan la suficiente ventilación.
Luego del incendio del pasado domingo, los bomberos empezarán a realizar inspecciones en los almacenes y fábricas. Villalva insiste en que la ciudad es insegura frente a ese tipo de emergencias.
Por ejemplo, los sábados, las calles aledañas a la Plaza de los Ponchos se llenan de comerciantes. “En caso de una emergencia, los socorristas tendrían problemas para movilizarse con el equipo requerido contra incendios”. Ayer, cerca a las 11:00, el olor a quemado se percibía aún a 100 metros de la antigua fábrica.
Algunas personas, por su apariencia de escasos recursos económicos, llegaron hasta el lugar para comprar rechazos de tela, con el fin de tener material para elaborar guaipe.
Eso, mientras tres volquetas realizaban continuos viajes, con el propósito de sacar los escombros del inmueble quemado.
En el interior, un tractor acaba de derrumbar las paredes. A unos 300 m del sitio está ubicada una parada de buses interprovinciales. Allí, las personas no dejaban de comentar del siniestro.
Desde la Panamericana, quienes circulaban en vehículos particulares y en trasporte público, se detenían para ver los destrozos que causó el fuego.
Los trabajadores de Pinto también se organizaron ayer para reubicar el material que se salvó del fuego. Ellos se ubicaron en sitios estratégicos para facilitar la movilización hacia las otras instalaciones de la empresa, en un edificio continuo al quemado.
La producción sigue en la fábrica, pero en las instalaciones ubicadas en la vía a Selva Alegre. Eso, porque el fuego no afectó a las máquinas textileras.