Médicos extranjeros ayudan en el combate al coronavirus en Ecuador

Imagen referencial. En el sistema de salud público ecuatoriano -según el Ministerio del ramo- se registran 1 814 médicos foráneos. Foto: archivo / EL COMERCIO

Imagen referencial. En el sistema de salud público ecuatoriano -según el Ministerio del ramo- se registran 1 814 médicos foráneos. Foto: archivo / EL COMERCIO

Imagen referencial. En el sistema de salud público ecuatoriano -según el Ministerio del ramo- se registran 1 814 médicos foráneos. Foto: archivo / EL COMERCIO

En el área de cuidados intensivos, la médica venezolana Margory Ojeda atiende a aquellos pacientes que ingresan con complicaciones graves, producto de la nueva cepa de coronavirus. Ella realiza maniobras rápidas y certeras, con el objetivo de salvar vidas.

“Algunos sobreviven y otros pierden la batalla”, relata la anestesióloga extranjera, que es parte del equipo de galenos que combaten en primera línea a este virus en Quito.

Margory llegó hace tres años a Ecuador. Durante un par de semanas buscó una plaza de trabajo en una unidad de salud, ya que su sueño era ejercer su carrera. La oportunidad se abrió en el Hospital Quito Sur, del Seguro Social, hoy convertido en uno de los establecimientos centinelas para tratar contagios por SARS-CoV-2.

Antes de la pandemia -comenta- se encargaba de que los pacientes estuvieran dormidos antes de las operaciones. Pero debido al alto número de casos, ella y su equipo, de 26 anestesiólogos, se sumaron a los internistas para reforzar la atención en terapia intensiva.

Allí, entre otras actividades, realizan procedimientos para mejorar las condiciones respiratorias de los infectados. Y, al ser la coordinadora del grupo, organiza a los profesionales para fortalecer la atención.

“Fue un reto”, cuenta, ya que debieron intercambiar conocimientos entre colegas e interactuar con los pacientes y familiares de los contagiados.
“Durante este tiempo hemos dado noticias buenas; pero también de las malas”, reconoce la galena de 41 años, 18 de ellos vinculada a la salud.

Durante este tiempo recuerda una historia que la marcó. Se trata de una familia que se infectó. “Ellos se encontraron en una casa para comer fanesca. Allí se contagiaron”. Lo triste es que ninguno sobrevivió; llegaron muy mal. “No pudimos hacer nada”, se lamenta.

En el sistema de salud público ecuatoriano -según el Ministerio del ramo- se registran 1 814 médicos foráneos; frente a unos 30 000 galenos nacionales registrados en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), hasta el 2018.

A ellos se suman 78 contratados durante la emergencia sanitaria. La mayoría proviene de Venezuela y de Cuba. También hay de Colombia, Nicaragua, El Salvador y Nueva Guinea. En abril, Salud informó que vincularía a 700 galenos nacionales o extranjeros para combatir el virus.

Los facultativos han sido contratados para reforzar especialidades como anestesiología -rama en donde se desenvuelve Ojeda-, cirugía, medicina interna, cuidados intensivos, imagenología, epidemiología, pediatría y ginecología. Muchos se han quedado en Pichincha; pero otros han viajado a Cañar o Esmeraldas.

El año pasado, un estudio de la Asociación de Facultades Ecuatorianas de Ciencias Médicas y de la Salud determinó que existe un déficit de especialistas en las áreas de cirugía y anestesiología. Esto responde a la mínima oferta de posgrados. “De 22 carreras de la salud se gradúan unos 3 400 galenos generales. Menos del 10% logra un posgrado”.

El sector privado concentra la mayor cantidad de especialistas. Según la Asociación Nacional de Clínicas y Hospitales Privados del Ecuador, son el 64% de los profesionales. Allí también se ha contratado a foráneos que prestan sus servicios durante la pandemia.

Una de ellas es María Daniela Gilly, otra oriunda de Venezuela. Ella labora en los Centros Médicos de Cruz Roja. Hace cuatro años se radicó en el país, y al igual que su compatriota, nunca imaginó enfrentar una pandemia alejada de los suyos. “Nuestro compromiso es servir a pacientes, en cualquier parte del mundo”.

Ella ha colaborado con la creación de protocolos de bioseguridad, tomas de muestras y triaje respiratorio. Además, ha tratado a sospechosos. “Es una experiencia nueva. Nos hemos tenido que adaptar”, dice la galena de 30 años.

Sus familiares que se encuentran en su tierra están preocupados porque ella está en la primera línea de combate. Los parientes de Gilly le recomiendan que se proteja para evitar contagios. Mientras que los de Ojeda le piden consejos para enfrentar a la pandemia en su Venezuela, golpeada por la falta de fármacos e insumos.

Otros extranjeros también trabajan en instituciones dedicadas a la investigación en temas de salud. Es el caso de Emmanuelle Quentin, de Canadá, y Claire Muslin, de Francia, quienes han desarrollado estudiosrelacionadas al virus del SARS-CoV-2.

La primera trabaja en la elaboración de mapas matemáticos, con los cuales se realizan proyecciones sobre el avance de la enfermedad en el país. Labora en el Instituto Nacional de Investigación para la Salud (Inspi), donde se procesan test de covid-19, y en la UTE.

Mientras que la segunda es docente de la Universidad de las Américas y aporta para entender el desarrollo del virus y posibles tratamientos. “Desde nuestro conocimiento ayudamos en la toma de decisiones a las autoridades sanitarias”.

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