Su majestad en el Festival de Viña
si alguien pensó que esta pobre cobra del desierto no volvería, se equivocó. La verdad es que cuando uno se desenchufa del periodismo se da cuenta que mucho más chévere que sufrir las sabatinas presidenciales es amanecerse viendo el Festival de Viña del Mar y pasar invernando mientras te dejas arrullar por la lluvia que llueve, llueve y llueve.
El festival estuvo espectacular: primero se presentó Yuri, después Pitbull y luego no sé quién más, pero en el estelar debutó el artista más sensacional de todos los tiempos: Su Majestad.
Salió al escenario decidido a aplastar a sus oponentes. A la pobre Yuri se le vio más chiquita y a Chayane sin mucha cintura, porque Su Majestad en eso es el maestro: cambia de izquierda a derecha y viceversa con un swing que enloquece a sus fanáticos.
El monstruo (no se confundan, “monstruo” se le llama al público de Viña, no a Su Majestad) estuvo eufórico cuando aparecieron los bailarines Alex, Vini y Fer y le entregaron un periódico para que Su Majestad lo rompiera frente a las cámaras. Imagínense, en los 40 años del Festival, a nadie se le había ocurrido tan enérgica coreografía. Después vino lo que debía venir: el público le entregó la gaviota de oro y le despidió, pero Su Majestad no quería irse ni muerto. “Aquí me quedo por lo menos 300 años”, gritó en medio de las pifias del monstruo (ya dije que así se le dice al público de Viña, no se confundan).