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Un instituto cultural para el Chota

Redacción Ibarra

En el estudio Milenium, en el  sur de Ibarra, el grupo de bomba Poder Negro lleva varias horas en la grabación de su nuevo CD. Es la tarde del sábado 7.
Eduardo Villarreal, propietario de este negocio, ejecuta las mezclas y los cortes digitales;    otros 42 grupos de bomba han realizado sus grabaciones en la última década. Es un trabajo paciente  que solo rinde fruto al final de la jornada.

Las comunas 
El Centro     de El Juncal involucrará a ocho comunas del valle y a la Junta Parroquial. Los proyectos se socializaron en las 38 comunidades afrodescendientes.
El convenio   tripartito que beneficiará a El Juncal se firmará este mes con delegados del Ministerio de Cultura, la Junta Parroquial y el Municipio de Ibarra. 
Los grupos de   bomba experimentan una renovación musical que empezó hace más de una década. La comercialización de sus discos es cada vez mayor.“Lo bueno de esta labor es que se impulsa la música y la cultura afrodescendientes  que casi nunca  han sido visibles”.
Según Villarreal, en  los últimos años se  ha mejorado la técnica vocal y el asesoramiento de imagen. “La producción discográfica de 12 temas en un CD cuesta USD 5 000 los 1 000 ejemplares”, dice  Villarreal.

Sin perder el tiempo, los integrantes de Poder Negro sincronizan las notas de sus guitarras de madera y eléctricas y las acoplan con las raspas y la infaltable bomba. De este modo adaptan la música a sus  inspiraciones impregnadas con la cotidianidad del valle del Chota y Salinas.

En el  pequeño  estudio se siente el ritmo alegre y contagioso. Son canciones románticas de  estilo libre, sin reglas rígidas en cuanto a la rima, propias de este popular género musical afrodescendiente. 

Seis horas después el grupo se toma un descanso. Es un momento para hablar y recordar. Silvio Arce, director de Poder Negro, es el primero en hablar.

“Grabar un  disco es muy sacrificado. El dinero  sale del bolsillo de todos y casi siempre no sobra  para la promoción. Dependemos de la buena voluntad de los medios, de  las presentaciones en vivo y de las radios. En 10 años hemos grabado siete CD,  pero la piratería nos destroza”.

La falta de apoyo estatal  para expandir este género musical es la queja común de todos los integrantes. Sin embargo, este y otros 20 grupos de bomba que todavía subsisten en el valle del Chota escucharon el  proyecto del Ministerio de Cultura que se firmará este mes en Quito.

El proyecto propone construir un estudio de grabación  en   Carpuela y un Centro Intercultural en El Juncal. El costo de ambas obras superaría los USD 250 000.

Flormarina Montalvo, directora provincial de Cultura de Imbabura, ofrece más detalles. “El Centro Intercultural en El Juncal empezará a construirse en diciembre, a un costo de más de USD 180 000, con el apoyo del Ministerio de Cultura y la Agencia de Cooperación Española. Contará con un museo del fútbol. Además, salas de audiovisuales de la memoria política y social de los afroecuatorianos; danza, música, una biblioteca y más”.

En Carpuela, en cambio, se construirá un estudio de grabación profesional a un costo de USD 80 000. “Conversamos con José Chalá, secretario ejecutivo de la Corporación de Desarrollo Afroecuatoriano (Codae), para construirlo en un terreno de esta organización”.

“A  fines de  mes -según Montalvo- llevaremos a cabo  una asamblea a la que asistirán representantes de las 38 comunas del valle para ver un mecanismo que administre este estudio”.
Ambos proyectos han despertado expectativa en el valle.
 
Nery Padilla y sus Estrellas, por ejemplo, considera que el estudio de grabación hará justicia a Carpuela. “Aquí nació y murió Milton Tadeo, el gestor  de la bomba. De hacerse realidad el estudio, será un orgullo grande y una gran motivación”, asegura Padilla, quien lleva 22 años tocando bomba.

La bomba demarcó su territorio en el conocido valle del Chota. Esta región está entre las provincias de Carchi e Imbabura.

Pueblos como Caldera, Piquiucho, Chalguayacu, Pusir,  Carpuela,  Chota, El Juncal, Santiaguillo, La Concepción, Chamonal, Santa Lucía, Cuambo, Cuajara, Estación Carchi, entre otros, hubieran desaparecido a mediados del siglo XX, de no ser por dos factores. El primero fue la construcción de la Panamericana y, el segundo, la música bomba y su colorida danza.

Los músicos del valle están convencidos que tanto el ritmo como el instrumento provienen de las tribus africanas de las costas de Guinea, Congo, Kenia, Sudán, Nigeria y Angola. La bomba tomó el nombre de un tambor forrado con la piel de un chivo, la cual se templa fuerte  contra un arco de madera de balsa.

“Para conservar nuestra identidad y acercarnos a nuestras raíces muchos grupos han optado por buscar nombres más comerciales. En nuestro caso optamos por Marabú, porque es un ave sagrada africana en riesgo de extinción. Hace 20 años nos conocían como Nueva Generación”, confiesa Plutarco Viveros, director de este grupo.