Unas 500 edificaciones de Tarqui fueron gravemente afectadas. La mayoría de propietarios ingresa al sector con permiso para retirar sus enseres. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
La calle 105 está abandonada. Solo hay un policía vestido con camuflaje. En una esquina vuelan restos de una revista de belleza. Más allá aparece un rótulo que dice: hoy secos de pollo, camarones apanados, bolón con verde… El anuncio está intacto. Igual que un ventilador blanco y una tijera para cortar cabello.
Más adelante quedó a medias un rótulo que ofrece instrumentos musicales. Una parte de la pared, que cubría el local, está pulverizada. La 105 era una de las calles más transitadas de Tarqui, el barrio de Manta que fue azotado por el terremoto de 7.8 grados.
A Tarqui ahora se lo llama “zona cero” y nadie puede entrar, solo los dueños de los locales que tienen permiso para retirar las pertenencias que lograron salvar después del sismo. 200 militares y 200 policías, cubiertos con mascarillas, resguardan unas 500 edificaciones que funcionaban ahí (el 26% debe ser demolido). Los ingresos están bloqueados con vallas metálicas.
Mientras más se ingresa a Tarqui, más fuerte es la destrucción. La Cebichería Periquito, la Farmacia Santa Martha, el Hotel Felipe Navarrete, el consultorio odontológico del doctor Boanerges Cedeño, la Ferretería Su Mundo tienen los vidrios rotos, las paredes cuarteadas o simplemente están en el piso.
“De ese hotel sacaron tres muertos”, grita un hombre que llega en su carro para llevarse la mesa en la que vendía la carne. También se lleva el frigorífico, los cuchillos, el tanque de gas y la cocina.
Así está la “zona cero” de Tarqui, a 13 días del terremoto. Solo en Manta murieron 201 personas y 800 quedaron heridas. En la calle 104 estaba Artemio Juárez. Ha vivido cerca de 70 años en esa zona. No dice nada, solo ve. Así pasa una media hora, sin moverse.
Cuando se le pregunta ¿qué hace? Responde que nada, que solo observa el barrio que quedó destruido. Llora. “Nadie se esperaba esto. Venga, mire eso”. Un edificio de cinco pisos en donde funcionaba un banco. Está destruido por completo. La losa del segundo piso se unió con la primera planta. En la calle vuela un cheque roto de USD 1 000, además papeletas de depósito y retiro.
Al lado de ese edificio hay tres montículos de escombros. “De ahí sacó a una persona viva mi Luchito”, cuenta Artemio Juárez. Así llama a Luis Mendoza, su nieto que al siguiente día del terremoto llegó como voluntario. “Yo también estuve aquí el domingo y escuché como alguien gritaba debajo de los escombros de una casa. “Decía auxilio, auxilio. Luego la gente lo sacó con vida”.
Al frente, Ángel Naranjo recoge en una camioneta las vitrinas de su local de calzado en el que trabajó ocho años.
Los camiones llegan uno tras otro. Leonidas Guanoluisa también logró sacar el salvoconducto para llevarse del almacén los electrodomésticos que todavía sirven.
Destrucción en Tarqui
Imagen aérea de las zonas afectadas por el terremoto en la parroquia de Tarqui, provincia de Manabí. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Imagen aérea de las zonas afectadas por el terremoto en la parroquia de Tarqui, provincia de Manabí. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
La parroquia de Tarqui fue una de las más afectadas tras el terremoto del pasado 16 de abril. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Imagen aérea de las zonas afectadas por el terremoto en la parroquia de Tarqui, provincia de Manabí. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Imagen aérea de las zonas afectadas por el terremoto en la parroquia de Tarqui, provincia de Manabí. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Imagen aérea de las zonas afectadas por el terremoto en la parroquia de Tarqui, provincia de Manabí. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Richard Pailón embarcó las vitrinas. Liliana García sacó un poco de ropa del negocio, las mesas y los maniquíes.
Con Jaime Saltos ocurrió igual. El miércoles él se llevó todas las máquinas de coser que vendía en el local.
Los vecinos que sacan algo se van junto a un policía. Así se impide que haya robos. Los agentes patrullan en las abandonadas calles de Tarqui. Los militares también. Los cables aún están en el piso. Los transformadores se quemaron. Los semáforos están rotos y a punto de caerse.
El Hotel Capri tiene capacidad para 70 personas. Solía estar lleno, pero ahora adentro solo hay polvo. Está a oscuras y Adolfo Coto saca lo que más puede de su edificio. El dueño de Mundo Caucho no aparece. Tampoco el de la Bodega Chonera. De la Lubricadora Motores aparecieron al inicio, pero se fueron a Guayaquil.
En contexto
La Policía acordonó Tarqui. A este barrio mantense solo pueden ingresar los dueños de los locales que tienen permiso para retirar sus pertenencias. 200 militares y 200 policías, cubiertos con mascarillas, resguardan unas 500 edificaciones de ese sector.