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Gabriel Silva es el sucesor que J.M. Santos escogió

Santiago Zeas B. Corresponsal en Bogotá

Antes de abandonar el Ministerio de la Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos quería asegurarse  que su sucesor no se apartara de su línea de acción militar, considerada hostil por los gobiernos de Ecuador y Venezuela.

Por eso, en su última reunión en calidad de Ministro, con el presidente Álvaro Uribe, en mayo pasado, le entregó una lista con los nombres que -a su juicio- eran los indicados para sucederlo. Santos no dudó en colocar en el primer lugar a su cercano amigo, Gabriel Silva Luján (Barranquilla, 1958).

Hoja de vida
Gabriel Silva
 Es politólogo de la Universidad de Los Andes en Bogotá y cursó estudios de posgrado en el School of Advanced International Studies de Johns Hopkins.
En 1993 sucedió a Jaime García Parra como Embajador de Colombia en los Estados Unidos.La sugerencia para que este politólogo e internacionalista asumiera el cargo no era obra de la casualidad. Siete años atrás, Santos ya le había recomendado para que ocupase uno de los puestos de mayor prestigio en Colombia: la Gerencia de la Federación Nacional  de Cafeteros (Fedecafé).

En 2002, Santos estaba a punto de convertirse en el noveno gerente de esa entidad de  82 años de existencia. Sin embargo,  por restricciones legales no lo logró. Santos, para entonces, acababa de ejercer como ministro de Hacienda de Andrés Pastrana, pero no podía ocupar un nuevo cargo público, porque la Ley le obliga esperar, al menos, un año. 

Ante ello, resolvió despejar el camino para que Silva sea elegido para asumir una responsabilidad que, en Colombia, es casi honorífica. “Nadie mejor que él” fue la frase que por entonces pronunció Santos y que terminó por abrirle las puertas a Silva de este sector.

“Gabriel es muy amigo de Juan Manuel, quien ha sido muy influyente en su carrera política. Ha sido una suerte de padrino”, dice la columnista María Jimena Duzán, ex compañera universitaria del actual Ministro de  Defensa.

Durante siete años, Silva estuvo al frente de ese sector. Pese a que él mismo ha reconocido no tener cafetales, que no sabe prepararse  un tinto y que su familia no tiene tradición cafetera, a su gestión se le atribuyen varios logros. Entre ellos la expansión mundial de la marca Juan Valdez y un alto desempeño de la Federación.

Juan Manuel ha sido muy influyenteen su
carrera política 
María Jimena Duzán
ex compañera de Gabriel SilvaSegún una encuesta de la firma Monitor Empresarial de Reputación Corporativa, de junio de este año, durante la gerencia de Silva la Federación de Cafeteros se convirtió en la mejor empresa agropecuaria del país. Y él, en uno de los directivos más prestigiosos.

Quienes lo conocen, afirman que su capacidad y su alto sentido del esfuerzo lo llevaron a sacar de un bache a  esta entidad.

Pero otros miembros del sector cafetero no se explican cómo se puede calificar positivamente su labor. Aurelio Suárez, presidente de Unidad Cafetera, una organización de caficultores, independiente a la Federación, responsabiliza a su administración por la caída de la producción.

“No desarrolló una política para que el agricultor tenga acceso a los fertilizantes.  No sé por qué califican como exitosa su gerencia, si el país está importando
700 000 sacos de café para satisfacer la demanda interna”.

Su paso por la Federación de Cafeteros solo fue un paréntesis en la trayectoria política de Silva Luján. Aunque nunca ha participado en procesos electorales, desde joven estuvo enrolado en política. En 1986, a los 28 años y recién graduado como politólogo, se convirtió en asesor político y de seguridad del entonces presidente Virgilio Barco.

Poco antes de que terminara ese Gobierno se especializó en Ciencias Internacionales en la Johns Hopkins University, en EE.UU. Casi de inmediato se enroló al gobierno liberal de César Gaviria (1990-1994). Fue asesor en asuntos internacionales de la Casa de Nariño y pieza clave en las políticas de seguridad del Gobierno.Para 1999, llegó a la Embajada de Colombia en Washington (Estados Unidos).

Desde ese cargo labró buenas relaciones con Estados Unidos, país con el que acaba de pulir el texto final de la ampliación del acuerdo militar para el uso de siete bases colombianas que genera malestar en todo el vecindario.

Desde Washington, sus oficios fueron determinantes para que EE.UU. apoyara la designación de César Gaviria como secretario general de la OEA. En efecto, Silva fue su asesor especial durante esa gestión,  tiempo en el que se estrechó su amistad.

Por ello, un artículo de Portafolio, publicación económica de diario El Tiempo, se preguntaba si el nombramiento de Silva en Defensa abría un camino de diálogo entre el gobierno de Uribe y la línea opositora de Gaviria.

La respuesta es un no rotundo. Es evidente que no surtió efecto, porque por estos días el liberalismo ha endurecido sus cuestionamientos a la gestión de  Uribe por su intención de presentarse a un tercer período presidencial.

Los servicios prestados en el gobierno de Gaviria le  sirvieron  para conocer a Juan Manuel Santos, con quien tuvo una  empatía especial. Entre sus allegados y en círculos periodísticos se afirma que en ambos hay grandes similitudes en la forma de concebir la política, en la audacia para tomar decisiones y en su ambición de buscar nuevos horizontes.

En el caso de Santos su objetivo está claro: llegar al sillón presidencial de la Casa de Nariño, el próximo año. Mientras que el proyecto  político de Gabriel Silva está por develarse. Por lo pronto, ya ha dado muestras de seguir la línea dura de Santos y no medir sus expresiones.

A riesgo de estropear los acercamientos diplomáticos entre Ecuador y Colombia, no ha tenido reparos en decir que en suelo ecuatoriano hay campamentos de las FARC. Y que Quito está en la obligación de frenar el juicio penal que el juez tercero de  lo Penal de Sucumbíos,  Francisco Revelo, planteó contra Santos.

A esto hay que sumarle sus acusaciones  de que Venezuela es una ruta del narcotráfico. Silva también demuestra tener falta de tacto a la hora de decirle  “zapatero a tus zapatos” al jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando se  ofreció como mediador en la reciente crisis con Caracas (Venezuela).

Está claro que el temperamento de Silva rebasa su ámbito de acción militar para pasar, sin mucho tino y con gran polémica, al terreno diplomático. Allí está otra de sus coincidencias con Santos: atizar el fuego regional con sus declaraciones para que el canciller Jaime Bermúdez tenga que apagarlo a fuerza de ‘prudencia’.