El Santo Padre dirigió la misa campal en Samanes, durante una hora y media. Foto: EL COMERCIO
Solo el amor de madre pudo levantar a Rosa Tuárez de su cama. Ese amor la impulsó a llegar a las 07:00 a Samanes.
Hace seis días le diagnosticaron chikungunya y el fuerte dolor se reflejaba en su rostro. Pero las oraciones de su hijo Rafael le dieron fuerzas. “Lleva dos semanas rezando el rosario para ver al Papa, me lo pedía a diario. No sé cómo he aguantado tanto… esto es un milagro”.
Rafael, de 16 años, padece parálisis cerebral. La sombra de su silla de ruedas se proyectó en el asfalto. Historias como estas, de amor a la familia, se repetían en la multitud que se congregó la madrugada de ayer e incluso varios días antes para participar en la misa campal del papa Francisco en Guayaquil.
Enfermos, adultos mayores, niños en brazos, con bastones o en sillas de ruedas. Familias grandes y pequeñas, miles de ellas se congregaron en busca de una palabra de aliento.
Y la encontraron. El mensaje de Francisco durante la homilía estuvo dirigido a ellas. Tras la lectura del Evangelio, sobre las bodas en Caná de Galilea, donde Jesús convirtió el agua en vino, el Sumo Pontífice reflexionó durante 17 minutos en el significado que ese hecho tiene en el hogar.
“Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y en nuestros intentos que nuestro corazón logre asentarse en amores verdaderos, en amores profundos y alegres”, dijo con calidez y sencillez.
Mucho antes de su llegada, los cánticos, barras, banderas y carteles reflejaban el ánimo de los feligreses, quienes coparon principalmente los bloques delanteros. La peregrinación de católicos transcurrió desde temprano por las vías aledañas, donde también se asentaron miles de comerciantes.
Aunque la explanada no se llenó por completo (se calcula que no hubo el millón y medio de personas que se esperaba en los 32 bloques), la multitud estaba emocionada y se enforverizó con el paso del papamóvil. Saludos, gritos, fotos, los fieles estaban empapados de esperanza y algunos también de sudor y agua que rociaron en sus cabezas para soportar los más de 30°C y el abrasador sol guayaquileño.
Esa fe movió a los católicos de otras partes de Sudamérica. Peruanos, colombianos, chilenos, mexicanos, costarricenses, argentinos… sus banderas flamearon. María Suárez llegó de Piura (Perú). Se emocionó hasta las lágrimas cuando relató el sacrificio que pasó para llegar a Guayaquil. “Fue casi un día de viaje, sufro de terribles dolores de espalda, pero aquí estoy, por el amor a Dios. Este sacrificio vale la pena”.
La diversidad cultural de Ecuador también se reflejó. Luis Morocho es de una comunidad indígena católica. Su poncho rojo resaltaba. “Aquí no hay diferencias. Todos somos iguales en el amor de Cristo, somos una sola familia”.
María Augusta Guerrero observó cada detalle frente a una de estas pantallas. Se instaló en primera fila, junto a su madre, para guardar en su memoria este acontecimiento histórico.
Pero más que imágenes, los asistentes conservarán el mensaje de Jorge Mario Bergoglio, que se enmarca en el Sínodo de las Familias del 2015.
Para Francisco, el vino de las bodas de Caná es signo de alegría, de amor, de la abundancia que debe haber en los hogares. “Cuántos de nuestros adolescentes y de nuestros jóvenes que residen en sus casas hace rato no tienen ese vino. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta ¿cuándo el amor se escurrió de su vida?; cuántos ancianos se sienten negados en sus familias y ya sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos”.
Ycompartió una historia familiar. Una vez le preguntaron a su mamá a cuál de sus cinco hijos quería más. “Ella respondió que como los dedos de la mano, si le pinchan uno le duele a los otros. En toda familia hay peleas, el problema es pedir perdón”.
Yenfatizó el ejemplo que dejó María cuando pidió a Jesús cambiar el agua en vino. “El mejor vino está por venir.
Murmúrenselo cada uno en su corazón y susúrrenselo a los desesperados y desamorados. Tened paciencia y esperanza. Actuad como María. Que el vino nuevo nos haga recuperar el gozo de la familia”.Al final, luego de compartir la bendición, el Papa dejó encendida la esperanza de los fieles. “No se olviden de rezar por mí (…).
En contexto
La primera misa campal que ofreció el papa Francisco, en su gira por Ecuador, fue en la ciudad de Guayaquil. Comenzó pasadas las 12:00 en el parque Samanes. Hoy, el santo padre da en Quito su segunda homilía multitudinaria en el parque Bicentenario, en el norte de la capital ecuatoriana.
Guayaquil
Su mensaje en el parque Samanes fue sobre el amor y la abundancia hogareña