El muro humano de policías y militares no alcanzó para contener a la marea de gente que fue al aeropuerto Mariscal Sucre a recibir al papa Juan Pablo II.
Se abalanzaron desde la tribuna cuando lo vieron caminar, unos 100 metros, desde el avión hasta su papamóvil, tras la ceremonia de bienvenida.
Galo Aguirre fue entonces parte de la seguridad del Pontífice, en representación del Municipio de Quito.
Soportó a la gente en su espalda, con los brazos encadenados a los de sus compañeros, hasta que se desplomó justo frente a Juan Pablo II.
En un momento, que duró lo que un respiro, distinguió los pies del Pontífice.
Los empujó para que suba a su vehículo y luego lo vio alejarse sonriendo, saludando a los devotos que llegaron de varias provincias. Era el 29 de enero de 1985.
Ahora, el papa Francisco, luego de tres décadas, pisará el mismo lugar que Juan Pablo II besó al bajar del avión.
Pero ya no encontrará las aeronaves, las torres de control en operaciones. El Mariscal Sucre se convirtió en el parque Bicentenario y es el lugar elegido para la misa campal que el actual Papa celebrará mañana.
Se espera que lleguen al sitio más de un millón de personas. Es el doble de los devotos que Juan Pablo II atrajo al parque La Carolina, donde celebró su misa en 1985.
Aguirre recuerda que ese 30 de enero había tanta gente que algunos incluso subieron a los árboles para poder apreciar, de lejos, la figura imponente de Juan Pablo en el altar.
Aguirre aún tiene el rosario, las monedas del Vaticano y el sello papal que le entregaron en agradecimiento por su trabajo.
El mismo día, Juan Pablo II se trasladó a la plaza de San Francisco.
Ahí se reunió con los trabajadores.
Fernando Mazón fue uno de los invitados especiales. Los jóvenes obreros lo eligieron como representante para entregarle al Papa una de sus obras; un cuadro de la iglesia de San Francisco.
Él es de Riobamba, pero llegó a Quito para estudiar Arte en la Universidad Central.
El cuadro fue hecho con una técnica llamada puntillismo (dibujo mediante puntos). Tardó seis meses en hacerlo y, en primera instancia, iba a ser canjeado por algunos meses de arriendo con el dueño del departamento donde vivía.
Pero su pintura ganó tres concursos (uno nacional) y eso hizo que la conserve hasta la llegada de Juan Pablo II.
Ese día tuvo que salir a las 06:00 desde su casa, en La Gasca, para llegar caminando a San Francisco. El tráfico colapsó, la gente estaba en las calles en improvisadas procesiones; el comercio se activó, las casas
se embanderaron y todos querían ver al Papa.
Juan Pablo II estuvo tres días en Ecuador, uno menos de lo que tiene previsto Francisco. Hace 30 años el Papa fue a Quito, Latacunga, Cuenca y Guayaquil. Ahora el primer Papa latinoamericano estará solo en Quito y en Guayaquil.
Los alrededores de los sitios donde dará la misa en ambas ciudades se restringirán a los vehículos. El transporte municipal en Quito será gratuito.
La hermana María Emilia Loor espera verlo en el parque Bicentenario. Será la segunda vez que podrá compartir con un Papa en Ecuador.
A Juan Pablo II lo escuchó en el estadio Olímpico Atahualpa, cuando él se reunió con los jóvenes del país.
Su mensaje caló tanto en ella que la acercó a la vida religiosa. Se consagró al movimiento católico Schoenstatt hace 28 años.
Recuerda que el día que el Papa iba a hablar con los estudiantes se reunieron horas antes cerca de la Universidad Católica y caminaron, en medio de rezos y cánticos, hasta el Olímpico Atahualpa.
Esta vez, con Francisco, los jóvenes también se concentrarán, pero la ruta será diferente. El punto de encuentro es el estadio Atahualpa. De ahí caminarán hasta el parque Bicentenario.
Ahí harán una vigilia durante la noche y madrugada, en espera de la llegada de Francisco.