Hasta que podamos ver la última película de los hermanos Dardenne, por la que les dieron este año un premio especial –otro más– en el aniversario número 75 de Cannes, nos igualamos con “El joven Ahmed” (2019): relato con el que, hace poco, ganaron mejor dirección en ese mismo festival. Es la historia un adolescente belga de familia musulmana “impura” –la madre bebe alcohol y la hermana no cubre toda la piel que, según el imán, debería– que se radicaliza. Experimentamos lo frágil que puede ser nuestro espíritu para caer en la trampa del fanatismo; más en la adolescencia, con un déficit de herramientas –sobre todo de padre– y con algo dentro que te pide estar vivo. Los Dardenne se sirven de un background musulmán para elaborar aquella trampa, pero podría funcionar con otros marcos de pensamiento, religiosos o aparentemente no religiosos. Tal vez lo más doloroso es cómo una madre ve la mente capturada de su hijo, o la mirada de la profesora que lo acompaña desde pequeño. ¿Cómo se cae en las redes de un dios que te aleja de quienes te quieren? ¿Por qué es imposible cambiar algo en la cabeza de un hijo? El estilo realista de los hermanos belgas, que observan con cámara en mano cada movimiento del inseguro cuerpo adolescente del protagonista, nos revela la impotencia frente al secuestro de la mente del otro. Quizás el mayor sufrimiento sea la deriva autodestructiva de quien amamos. En este contexto, como suele suceder, el afecto de esas dos madres y la primera atracción por una chica, harán lo posible por abrir un resquicio en Ahmed.