Sirios masacraron a persas; persas a griegos y griegos a persas; griegos a troyanos y troyanos a griegos; mongoles a chinos y chinos a mongoles; griegos y romanos a cristianos y cristianos a griegos y romanos paganos; romanos a cartagineses, ibéricos, judíos, francos, galos, anglos y alemanes; francos, galos, alemanes y hunos a romanos; cristianos a turcos y turcos a cristianos; católicos a judíos, moros y protestantes; protestantes a católicos; hutu a tutsi y tutsi a hutu.
Europeos occidentales a indígenas americanos, negros africanos, egipcios, argelinos, libios, tunecinos, chinos, malasios, filipinos, indonesios, camboyanos, vietnamitas, hindúes y prácticamente cualquier otro grupo humano identificable; norteamericanos a norteamericanos.
Y, en este siglo, a vietnamitas, laosianos, camboyanos, iraquíes y afganos; nazis a judíos, gitanos, austriacos, belgas, holandeses, noruegos, franceses, polacos, rusos e italianos; españoles a españoles; hindúes a musulmanes y musulmanes a hindúes; israelíes a árabes y palestinos y árabes y palestinos a israelíes; suni a shi y shi a suni.
Camboyanos a camboyanos; cubanos a cubanos; chilenos a chilenos; argentinos a argentinos; uruguayos a uruguayos; rusos a rusos, chechenos, georgianos, latvios, lituanos, búlgaros, rumanos, húngaros, checos, polacos y ucranianos; serbios a kosovares; libios a libios; sirios a sirios … y esta es solo una parte del horrendo catálogo de la intolerancia humana.
Esta impresionante destructividad mutua es típicamente entendida solo en términos de diferencias entre creencias, sean religiosas o ideológicas –por ejemplo, entre católicos y protestantes, o entre republicanos y conservadores en la guerra civil española.
Pero no somos intolerantes solo de quien piensa distinto.
También lo somos de quien tiene distinto color de piel, distinta apariencia, distinto nivel socio-económico o educativo, distintos hábitos y gustos.
En el fondo, la intolerancia es una reacción negativa a la mera presencia de diferencias entre “yo” y “él/ella” o entre “nosotros” y “ellos”.
En cuanto a su intensidad, la intolerancia no solo se manifiesta en ánimos asesinos.
Estos constituyen la más destructiva de una gama de expresiones de un mismo sentimiento negativo, similar a la gama de tonos que pueden darse de un mismo color: pasa, en peligrosa progresión, de una cierta incomodidad frente a “lo distinto” a molestia, luego a rechazo, luego a desprecio y, en el extremo más grave, a odio y ánimo destructivo.
¿Por qué nos causa incomodidad, molestia, rechazo, desprecio y odio el que otros sean, crean, sientan y se comporten de manera diferente a las nuestras?
Exploraremos la respuesta a esta pregunta en los siguientes artículos de esta serie.