Transcurrieron 102 años desde que la Constitución liberal, de 1906, introdujo como novedad el principio de que la enseñanza oficial y la costeada por las municipalidades, debía ser esencialmente seglar y laica, hasta que se declaró en el año 2008 al Ecuador como república laica.
La laicidad estatal ha sido poco comprendida, podemos encontrar normativa, decisiones administrativas y contenidos educativos que tienen como sustento convicciones religiosas. Algunos ejemplos, la definición de matrimonio; las prohibiciones vinculadas al uso de células madre en la Ley de Trasplante de Órganos; la enseñanza en la educación secundaria del creacionismo al mismo nivel de la teoría de la evolución; los espacios para servicios religiosos en instituciones públicas de salud.
Al no existir religión oficial, una república laica debe organizarse en base a una estricta separación entre religión y Estado, garantizándose de forma plena la libertad de conciencia de todos sus habitantes. El principio fundamental es que “cada cual es libre de creer o de no creer”.
La educación pública debe respetar al laicismo (no comparto la distinción que se hace con la laicidad) promoviendo la libertad de expresión de todos los estudiantes y excluyendo cualquier forma de discriminación por motivos religiosos.
Los educadores deben guardar estricta neutralidad en materia religiosa, su tarea debería ser incentivar el “sentido y los valores del laicismo”, no usar e impedir el uso de argumentos religiosos para responder o discutir temas del programa escolar. Los progenitores o a los estudiantes no deberían invocar sus convicciones religiosas para incumplir con las reglas escolares y negarse a que se impongan normas o prácticas de ese carácter.
Asumir el laicismo en los centros escolares es un medio para prevenir la exposición de los estudiantes a formas de proselitismo o de presión que podrían afectar su libertad de elección en esta materia y alterar el libre desarrollo de su personalidad .
Cada uno de estos “principios”, lo s he adaptado de la llamada ‘Carta de la Laicidad’, documento que en Francia -desde hace pocos días- es exhibido de forma obligatoria en todos los centros educativos públicos, unos 55 000, para recordar la importancia y el sentido de lo laico en una república .
La defensa de la neutralidad estatal en esta materia suele ser “denunciada” por algunos sectores como un ataque a ciertas religiones, en nuestro país incluso se llega a afirmar que es “cristianofobia” disfrazada, cuando debería mirarse a la defensa de un Estado laico como una garantía de largo plazo de la libertad de pensamiento, conciencia y religión de toda persona.
Las decisiones en este campo son personales, intimas, por ello debe evitarse cualquier intromisión estatal destinada a promover de forma directa -o indirecta- opciones religiosas, pero también doctrinas como el ateísmo, el panteísmo o el agnosticismo.