Asco de país

Uno de los síntomas más claros de la crisis múltiple que vivimos (económica, sanitaria, política y ética) es el crecimiento significativo del número de personas que quieren, literalmente, huir de aquí.

Están los que salen por necesidad económica y sobrevivencia, como sucedió luego del feriado bancario, un hecho histórico que veinte años más tarde sigue usándose como instrumento político, creando un relato paralelo en el que se usan las culpas -o supuestas culpas- como instrumento de campaña política; construyendo una historia a medida del objetivo del “proyecto” que pugna por regresar, con base en unas pocas verdades y muchas mentiras.

Veinte años más tarde se ha reinstalado con fuerza la sensación colectiva de que todo es malo, que nada funciona, que todo será peor, que incluso podríamos llegar a la situación de millones de venezolanos que lo dejan todo, y a cualquier costo, tratan de encontrar algo mejor fuera de su país.

Sin duda, todo empeoró con la pandemia; los datos revelados por el INEC hace unos días son desalentadores: el 32 % de los ecuatorianos viven la pobreza (tienen USD 2,80 de ingresos diarios), un 15 % en la extrema pobreza (con USD 1,5 al día); con pérdida de empleo o la precarización laboral como parte de esa desesperanza. A estos números, que sabemos son la fría expresión de dramáticas y muy dolorosas historias, hay que sumar la sensación, sustentada en hechos ciertos, pero exacerbada por la política, de que las instituciones no funcionan, que la inseguridad ha crecido, que de a poco nos acercamos a una situación de anomia social, de incumplimiento generalizado de las reglas, con eventos de extrema brutalidad como los de las cárceles y actuaciones tan fuera de cualquier consideración ética como las relacionadas con la vacunación.

Cuando los jóvenes ya no ven futuro en su país; cuando consideran que el lugar en que viven es un “asco”, como leí hace unos días en una red social; cuando sienten que cualquier riesgo vale la pena con tal de dejar su país, debemos asumir -más allá del resultado de las elecciones- que tenemos que trabajar, al margen de nuestras diferencias, en un proyecto que amplíe el circulo, enfrentando a toda forma de exclusión. Para ello, lo económico es fundamental, pero no servirá sin acceso a educación y salud de calidad; si no contamos con instituciones que funcionen; si no se respetan los derechos; si acostumbrados a premiar al abusivo y al tramposo, acabamos considerando “naturales” la corrupción, el abuso y la incorreción; si no sentimos que la honestidad vale la pena; si resulta imposible caminar por la calle sin miedo, especialmente si se trata de las mujeres; y si no podemos tomar un transporte público limpio, seguro, organizado. Son solo unos pocos ejemplos (la lista es sin duda mucho más larga), pero nos ponen ante la evidencia, y la urgencia, de actuar para que sintamos que aquí hay un futuro.

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