‘No se vacunen’

Es poco recibir 8000 vacunas para el covid-19, pero muchos nos alegramos al mirar que se las administra al personal médico, de primera línea, que ha estado enfrentando la enfermedad y la muerte día a día. La vacuna nos da esperanza de que se podrá controlar la pandemia, recuperar algo de normalidad y enfrentaremos, en mejores condiciones, algunos de los graves problemas que están ligados a la presencia del virus o que se han agravado gracias a él.

El reto, además de contar con suficientes vacunas, es lograr que se apliquen al mayor número de personas, algo nada sencillo, ya por su limitada disponibilidad, ya por las restricciones económicas para adquirirlas o por las dificultades logísticas para suministrarlas, a lo que se suma la resistencia de muchos que no quieren ser vacunados como resultado de una desinformación creciente.

Existe suficiente evidencia científica que demuestra que las vacunas son la mejor intervención médica contra las enfermedades infecciosas; gracias a ellas se han salvado, y se seguirán salvando, millones de vidas; su eficacia hace que muchas veces se pierda de vista su importancia. Sin embargo, muchas personas no se vacunan, sea porque no sienten temor por enfermedades que tiempo atrás asolaban a la sociedad o por las mentirás más estrafalarias que se han difundido. La vacuna del covid-19 no está exenta de esta clase de afirmaciones: un arzobispo aseguró que “se fabrica a base de células de fetos abortados”; un rabino ultra ortodoxo dijo que convertirá a las personas en gays; que provoca esterilidad; que implanta un chip; que experimentan con nosotros; que no hay evidencia de que funcione; que no sirve porque el virus muta; que se hizo muy rápido y por eso es peligrosa. Podría seguir con la lista de bulos que circulan todos los días; pero es mejor recordar que el conocimiento científico desmiente todo esto, que las vacunas más conocidas han respetado todos los protocolos y fases habituales en estos procedimientos (fase experimental preclínica en animales y cuatro fases clínicas con seres humanos, la cuarta de farmacovigilancia); que la rapidez se explica por el uso de conocimientos previos y una altísima inversión pública y privada que empujó procesos, casi todos ellos, de acceso al público.

Millones se han vacunado, unos pocos en nuestro país, en donde el Estado tiene la potestad para establecer la obligatoriedad de inmunización frente a determinadas enfermedades. Vacunación e inmunización no son equivalentes, la inmunización es un fin y la vacunación un medio para alcanzarla; de acuerdo con la información disponible se requiere vacunar entre el 60 y el 70 % de la población para controlar la enfermedad. Por ello hay que informar, usar la coerción aumenta la desconfianza en un Estado en el que se confía poco. Se ha criticado al Ministro de Salud por recibir la vacuna, pero es un gesto que prefiero interpretarlo como parte de una campaña para crear confianza, en un contexto enrarecido por una penosa campaña electoral.

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