La proximidad de la celebración del Bicentenario de la Batalla de Pichincha, que tendrá lugar el 24 de mayo del 2022, nos convoca a realizar nuevas investigaciones sobre este hecho histórico del cual se ha escrito mucho, sobre todo narrando la confrontación entre realistas y patriotas de acuerdo con los informes o partes de guerra enviados por Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar.
Sin embargo, no es menos cierto que aún existen datos que no son de carácter militar, sino social, cuyos protagonistas fueron gente del pueblo liderados en su mayoría por clérigos patriotas que se desempeñaban como humildes curas de parroquia, quienes no tenían la mínima posibilidad de ocupar puestos eclesiales de importancia, razón por la que contribuyeron de manera eficaz para que las tropas de Sucre tuvieran apoyo básico para su alimentación y movilización por los diferentes lugares que atravesaron.
Esta situación, que es poco conocida en la historia nacional y mucho más en la gesta del 24 de Mayo de 1822, es relatada de manera fraccionada por un soldado del batallón Albión, compuesto en su mayoría por militares británicos, él es quien narra algunos episodios ocurridos antes de la batalla y los resume en un cuadernillo escrito a mano. Este material se encuentra en el archivo histórico del Convento de El Tejar, lamentablemente en mal estado, por cuanto ha sufrido varias mutilaciones, por eso no se puede conocer de manera ordenada la descripción del autor anónimo; sin embargo, en tres hojas casi ilegibles se encuentra lo siguiente:
“(…) recibimos la orden de mi coronel Magintoc ( Mackintosh) de avanzar rápidamente junto al resto del ejército del Sr. General Sucre (…) Teníamos jefes como mis comandantes Jonson (Johnston), Manabi (Manby) y Jusdale (Trousdale) muy valientes y decididos (…) pasando por el pueblo que llaman Machachi fuimos atendidos por el cura, que días atrás había sido amarrado a un árbol y castigado por los verdugos de Almerish (Aymerich) hasta dejarlo casi desollado, por no permitir que las campanas de la iglesia y los candeleros (candelabros) de la iglesia sean fundidos para hacer balas.
Sabíamos también que este jefe había ordenado sacar de las casas a los principales indios, para que avisen donde escondían los granos y cosechas para incautarles. Si no avisaban, los castigaban utilizando a sus propios indios, a los que pagaban buenas onzas de oro (..) en todos los pueblos recibimos lo que la gente podía darnos como ayuda, sacando incluso de sus soberados lo que guardaban para su pobre pitanza (..) qué admirables ellos, porque nada temían y enfrentaban incluso a varios dueños de hacienda realistas que encerraban a los indios en canchones, para impedir que se unan a nuestras tropas como pasó en un pueblo cerca de Tacunga, en donde también metieron a dos curas revoltosos a los que cayeron a palos hasta dejarlos casi muertos (…) no nos faltó carne, papas, maíz y harina. (…) por lo que el señor General Sucre los tenía como verdaderos patriotas…” (Hojas cuatro y cinco).
En la página ocho, se lee: “(…) ya en medio del combate, parecía que todo estaba perdido, porque el enemigo ya nos vencía por la huida en desbande de algunos cobardes (…) en la lucha fuimos (batallón Albión) destinados por orden de trompeta para atacar al batallón Aragón, que estaba en ventaja sobre nosotros. Llegamos a un solo grito para empujar al Yaguachi y pusimos en huida a los enemigos (…) luego avanzamos con mi coronel Magintoc (Mackintosh) a ocupar el monte llamado Panecillo, para alcanzar la firma y derrota del temible Almerish (Aymerich)” (Hemos actualizado la redacción, sin alterar el sentido del texto original, con excepción de la forma de escribir los apellidos).
Desde el punto de vista histórico, la legión británica estuvo conformada por un grupo de militares extranjeros de procedencia inglesa, escocesa e irlandesa, quienes se unieron a las fuerzas independentistas para luchar bajo el mando del Libertador Simón Bolívar, contribuyendo enormemente a la causa republicana. La desmovilización de la armada y del ejército con el fin de las guerras napoleónicas en 1815, lanzó a miles de hombres a la desocupación.
Ante los graves problemas que se hubiesen producido en Europa causando intranquilidad social y desempleo entre la población, la circunstancia que vivía América independentista, permitió que estos numerosos soldados encontraran trabajo. Ellos fueron invitados por los delegados de Bolívar, sobre todo Luis López Méndez, que llegó a Inglaterra en pos de ayuda económica para comprar armamento y proseguir con la lucha contra la dominación española. (Valarino de Abraun, María Verónica, Venezuela y Gran Bretaña en perspectivas libertarias, Nuevas Letras, Caracas, Casa Miranda, 2017, p.101)
A partir de 1817, y en los cinco años siguientes, el número de contrataciones en los puertos de Inglaterra superaba los 6 000 hombres; sin embargo se conoce que intervinieron en batalla cerca de 5 500 combatientes, quienes formaron parte de dos legiones británicas y una tercera irlandesa.
Formaron los batallones de infantería Albión, Carabobo y Rifles, regimientos de caballería como los Húsares. Ellos usaron sus propias enseñas como la Unión Jack para los ingleses, en tanto que los irlandeses su famosa bandera verde con el clársach, símbolo de su lejana patria. (Ismael Galarza, La batalla de Boyacá, Impresiones Técnicas, Bogotá, 1950, p. 90)
El batallón Albión fue creado oficialmente el 22 de octubre de 1819, por orden directa del Libertador. Quedó formado originalmente con los soldados que integraban parte de la 1ª Legión Británica, así como por unos 400 reclutas nativos de la región de Tunja. (Carlos García Arrieche, Británicos en la Emancipación Ecuatoriana. En Boletín de la Academia Nacional de Historia” Nums. 127-128, Quito, Talleres Minerva, 1977, p. 55)
Para 1820, el batallón Albión tenía los siguientes oficiales: teniente coronel John Mackintosh, su comandante, los mayores Johnn Johnston, Thomas Manby y John Bendle, los tenientes Charles Smith, Thomas Palmes, William Brown, Archibald Dunlop, los subtenientes Frederick Fulham, Hug Mac-Cann, Donal Ross, Peter O’Brien, Charles Trousdale, Julian Linch, Edward Cave, John Brown y Edward Duke. (Ibíd. García, p.55)
Luego del fracaso en Pasto en 1821, el Albión vio reducido su número de 350 hombres a 150, los cuales fueron puestos bajo las órdenes de Sucre y trasladados a Guayaquil, llegando a tierras ecuatorianas el 16 de junio del mismo año. De inmediato entraron en acción y participaron exitosamente en la Batalla de Yaguachi, al mando del teniente coronel Mackintosh, derrotando a las tropas de González, lugarteniente del general Aymerich.
En Huachi, las tropas independentistas sufrieron grave derrota, pero gracias a un armisticio de 90 días firmado con las tropas realistas, el batallón fue reorganizado, siempre bajo el mando de Mackintosh, para luego intervenir gloriosamente en la batalla de Pichincha, en donde tuvieron un admirable desempeño.
Luego de 1822, la Legión fue enviada a Colombia en donde se decretó su extinción en 1823. La mayoría de oficiales y soldados se quedó en Colombia formando sus hogares.
La Legión tiene su espacio en la historia militar de los países bolivarianos, toda vez que, incluso hasta nuestros días, algunos batallones llevan nombres de varios combatientes británicos.
*Doctor en Historia. Canciller de la Academia Bolivariana de América.