Quería ser futbolista profesional, vivir del fútbol y tener un sueldo que le permitiera solventar sus necesidades básicas.
Sulay Barros, de 28 años, recorría los fines de semana poblaciones cercanas a su natal Cumandá (Chimborazo).
Buscaba torneos y equipos que le permitieran jugar. A veces los encontraba, pero en otras ocasiones regresaba a su casa con los pupos y el uniforme tal como los había guardado en la mochila.
Ella es una de las 24 árbitras que dirigen en distintas categorías del fútbol nacional. Pero también es una futbolista frustrada. No tiene reparos para aceptarlo, pese a que jugó en el club 9 de Octubre de Riobamba y fue seleccionada de la provincia de Chimborazo.
Todos los fines de semana viajaba esa ciudad para jugar. Ella se pagaba los pasajes y de vez en cuando recibía algún premio económico por partido.
Esa inestabilidad la llevó a buscar una profesión paralela que le generara ingresos económicos seguros. Se matriculó en la facultad de Educación Física de la Universidad de Guayaquil y ahí conoció a Franklin Romero. Él era árbitro asistente y catedrático en esa unidad educativa.
Barros recuerda que en una ocasión él le preguntó si quería ingresar al curso para árbitros de fútbol. Ella, revela, lo miró con escepticismo. Pensaba que era una profesión únicamente para hombres. Al menos había crecido con esa idea.
Le temía a las críticas y a los cuestionamientos. “Tenía miedo de que me digan machona y de que me señalen”, rememora.
Pero según Romero, en dos semanas ella se sintió“cautivada por el arbitraje”. Mostró carácter y decisión durante las clases prácticas y fue una de las mejores alumnas de la promoción 2007. En ese curso fue compañera de cerca de 40 hombres.
Su debut profesional como réferi fue en el 2008. Fue en un partido del torneo de Segunda categoría del Guayas, en el estadio Alejandro Ponce. En ese cotejo fue primer asistente. Se enfrentaban los clubes Calvin y 9 de Octubre.
En ese compromiso uno de los jugadores la agredió verbalmente. Ocurrió después de que ella dictaminara una falta cerca del área. Se detuvo en la mitad de la cancha, interrumpió el cotejo y lo expulsó. “Me dijo obscenidades y no me reclamó porque sabía lo que había dicho”, cuenta.
María Cortez también actúa con firmeza cuando se pone el traje de réferi. A diferencia de Barros, a ella no le gustaba el fútbol. Pese a que estudiaba Cultura Física, esta disciplina no estaba entre sus prioridades.
Pero fueron precisamente sus estudios académicos los que la acercaron al arbitraje. A finales del 2006 le llegó la propuesta al aula de clases, cuando cruzaba el segundo año.
Al principio había descartado matricularse en el curso. No tenía tiempo. Por la mañana daba clases de Cultura Física, por la tarde cuidaba a su hijo de dos años y en la noche iba a clases.
Pero Daniel Espinoza, uno de sus profesores, la convenció. Le dijo que era una alternativa que podía ejercer de manera paralela a su carrera universitaria.
Ella aceptó y Espinoza se encargó de matricularla. Pero al principio le costó adaptarse al mismo ritmo y exigencia física del entrenamiento de los hombres.
La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) no hace distinciones de género en este sentido. Las mujeres y los hombres deben cumplir los mismos estándares físicos para poder dirigir en el fútbol profesional.
Pese a eso las oportunidades de dirigir profesionalmente no son equitativas en el arbitraje ecuatoriano. El escalafón de árbitros a nivel nacional está compuesto por 528 jueces. De esta cifra, 24 son mujeres y dirigen únicamente en categorías formativas del balompié local.
Esto se debe, según Alfredo Intriago, presidente de la Asociación Ecuatoriana de Árbitros, a “condicionamientos sociales”.
“La mujer es un estigma en el fútbol y en el arbitraje. Lamentablemente la sociedad no acepta y ve como rara la presencia de una mujer en una cancha, más aún como réferi”, asegura.
Ellas, al igual que otros árbitros de Segunda categoría, ganan entre USD 80 y USD 100 por partido, rubro que es cancelado por la Ecuafútbol. Al mes dirigen máximo tres compromisos y los clubes les cancelan USD 50 de viáticos .
El año pasado, la Ecuafútbol invirtió USD 155 638 en los sueldos del arbitraje de segunda categoría. Así se refleja en el informe económico de la tesorería de este organismo.
La coexistencia de género es una tarea pendiente de la dirigencia del fútbol ecuatoriano. Como una alternativa para empezar, Intriago plantea que se debe crear un campeonato nacional femenino para empezar “a brindarle las mismas oportunidades tanto a las mujeres como a los hombres”.
Pese a eso, Juana Delgado no se siente incómoda pitando en torneos masculinos. Su carrera pasó en el 2010 del anonimato a canchas internacionales cuando fue designada para dirigir en la Copa América Femenina.
Su referente para decidir ser jueza fue Rosa Canales, quien se retiró el año pasado. Ella ha sido la única réferi que ha dirigido, como asistente, en la primera categoría (Serie A y B).
Delgado empezó su carrera en el 2002. Uno de sus primeros logros que obtuvo fue la escarapela que le dio la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), en el 2007.
Desde ese momento su carrera empezó a ascender vertiginosamente. Luego de eso fue escogida para pitar en el Campeonato Sudamericano Femenino que se realizó en Brasil.
Un año después de aquello estuvo en ese mismo torneo, pero en Colombia. Pese a eso, Delgado aún no debuta como réferi en primera categoría. “Es un sueño por el que aún estoy trabajando”, dice con nostalgia.
Ese sueño lo comparte con María Leonela Barre y Susana Corella. Las dos cumplieron hace dos meses cinco años de carrera.
Barre, de 27 años, intentó también ser futbolista pero no lo logró. Alcanzó apenas a disputar torneos barriales en su natal Pascuales (Guayas).
Con Corella ocurrió igual, ella alterna su faceta de réferi y centrodelantera.