Hasta mañana se puede hacer proselitismo político en el Ecuador. Hasta el jueves, los medios de comunicación pueden emitir informaciones sobre los candidatos. A partir de las 00:00 del viernes, el país entra en un espacio de reflexión sobre cómo enfrentar el futuro, sobre a quién le será delegada la misión de sacar al país de la profunda crisis económica y sanitaria que se vive.
Es el momento de los indecisos.
En un reportaje publicado por este Diario, las diferentes encuestas detallaban que los márgenes de indecisión, hasta hace dos semanas, iban desde el 30 al 60%. Es decir, en una proyección, se podría decir que hasta esa época, al menos entre 5 y 6 millones de votantes no habían decidido por quién sufragarían. Es decir, esas personas son las que pondrán la balanza a favor de uno u otro candidato, para de allí, incluso, esperar un posible escenario de segunda vuelta.
¿Por qué esperar que estos ciudadanos, que aún no saben por quién sufragar sean quienes decidan el futuro? Porque la media de ausentismo en los procesos electorales del país, desde el retorno a la democracia ha sido 25,6%.De esta manera, con el silencio electoral, es muy posible que la gente se decante indefectiblemente por un candidato, aunque haya que esperar cuánto incidirá la pandemia a la hora de ir a votar.
El esquema que tiene el Ecuador para avalar una elección es el de los votos válidos, en el que gana quien obtenga mayoría al contar los votos que no sean ni nulos ni blancos. Es decir, en un universo hipotético de 100 votantes, si 10 de ellos anularon o lo dejaron en blanco, el universo de votos válidos será 90 votantes. Así, esa mayoría no será real, sino sustanciada a través de un tecnicismo de una ley. A propósito, así fue cómo se ganaron las últimas tres elecciones.
Llámese como se quiera, voto consciente, voto informado, voto ciudadano. Cómo quiera que fuera, es la única forma de dar legitimidad a los gobernantes que reciben el mandato desde los ciudadanos.